jueves, 18 de febrero de 2010

El Nido, Palawan

Aeropuerto de Manila, 7 am del miércoles.

Después de un fugaz paso por la capital tras la estancia en Boracay daba comienzo otra gran aventura en Filipinas.



El sol empezaba a coger altura mientras volvíamos a surcar de nuevo los cielos de Filipinas en una avioneta de hélice con capacidad para 18 personas, esta vez rumbo a El Nido, Palawan.



Después de una hora de vuelo, el avión iniciaba su descenso y desde mi asiento alcancé a divisar el aeródromo de El Nido aproximándose. Y digo aeródromo por llamarlo de alguna manera, porque aquello donde íbamos a aterrizar era una miserable pista de tierra en mitad de la selva. Fue uno de esos momentos en los que piensas que "No, en peores plazas no hemos toreado..." y mientras observas como el pasajero de al lado se santigua te invaden sentimientos sobre el sentido de la vida y te dices a ti mismo que lo que te espera al llegar habrá hecho que merezca la pena el arriesgado viaje.



Y las cosas siempre salen bien, la avioneta toca tierra suavemente para el respiro y tranquilidad de los pasajeros, que al unísono rompen a aplaudir y a gritar gracias al piloto. Este, demostrando un punto de humildad, hace un gesto con la mano desde la cabina.



Bienvenidos a El Nido, la región situada más al norte de la isla de Palawan, al oeste de Filipinas. La última frontera.



El Nido está considerada como una de las maravillas de diversidad geológica y biológica más importantes de Filipinas, con denominación de reserva marina nacional protegida.



Algunos lo comparan con la Bahía de Ha Long en Vietnam o con Phi Phi en Tailandia, pero dada su excepcional situación geográfica, tan remota e inaccesible, el impacto del turismo apenas se nota y podría decirse que prácticamente está en estado virgen.



Nada más poner un pie en la playa al llegar a nuestro hotel se confirmaron nuestras sospechas, El Nido es un lugar increible.



Dejamos el equipaje en el hotel, tomamos un buen desayuno y nos fuimos a recorrer la costa en dirección sur a pasar el día.



Encontramos playas increibles completamente desiertas, no me canso de repetir que Asia está repleta de pequeños paraísos.



Después de una hora caminando llegamos hasta Dolarog Beach, una de las mejores postales que he contemplado jamás. El paisaje perfecto. De ahora en adelante, mi fondo de escritorio favorito.



Pasamos la tarde tumbados al sol en aquella maravillosa playa y al final del día llegó la hora de volver al hotel y disfrutar de uno de sus principales atractivos: las puestas de sol.



Frente a la alternativa clásica de buscar alojamiento en El Nido Town, elegimos hospedarnos en el Greenviews resort de Corong-Corong, a 3 km del pueblo. El viejo Dave había decidido abandonar su querida Gran Bretaña para terminar sus días viviendo en Filipinas; no se le ocurrió mejor plan de pensiones que montarse un resort en un punto estratégico con vistas al horizonte durante el atardecer, algo de lo que no pueden presumir los hoteles situados en El Nido Town, ya que están orientados hacia el norte.



El atardecer sucedió en un instante. Fueron unos minutos mágicos en los que el amarillo pasó a ser naranja, el naranja pasó a ser rojo, el rojo pasó a ser violeta y el violeta se convertía poco a poco en azul al caer la noche sobre Filipinas.



Tras aquel fantástico primer día en El Nido, nos esperaban dos días más en los que quisimos dedicarnos a ver islas y navegar por el mar en compañía de los becarios ICEX de Singapur de este año, fue una suerte compartir la experiencia con gente tan estupenda.



La región que rodea a El Nido está salpicada por un archipiélago de pequeñas islas de formación rocosa con playas desiertas en las que es posible desembarcar. Es el destino perfecto para practicar la actividad que se denomina island hopping o salto de islas.



A través de una agencia local contratamos de un día para otro uno de los tres tours dedicados a explorar las islas, denominados A, B y C. Cada uno de los tours ocupa todo el día y recorre un determinado número de islas y playas, incluye almuerzo. Lo cierto es que todos los puntos de interés son dignos de visitar, por lo que mi recomendación es disfrutar por lo menos de dos de los tres tours durante la estancia en El Nido, como hicimos nosotros, uno cada día.









A lo largo del recorrido por las distintas islas hicimos algunas paradas para practicar esnórquel y ver coral, peces y tortugas y también desembarcamos en alguna playa para disfrutar del momento en un entorno tan paradisiaco.



















El Nido es uno de esos pocos lugares en el mundo en los que el tiempo se detiene y al finalizar la estancia la sensación que deja es tan impresionante que sea cual sea el siguiente destino del viajero altera por completo su vida y lo sume en una profunda depresión por abandonar un lugar tan mágico. Hay que vivirlo.


Cómo llegar

No resulta nada fácil llegar a El Nido pero existen diferentes alternativas que combinadas pueden hacer del viaje una experiencia en sí misma.

La opción más cómoda es volar directo desde Manila al aeródromo de El Nido, Lio Airport, que ofrece servicio a dos compañias: ITI, Island Transvoyager Inc., que opera tres veces al día pero cuyo principal inconveniente es que el vuelo Manila - El Nido sólo puede reservarse con cinco días de antelación por teléfono o por correo electrónico, y SEAir, que opera sólo los lunes, miércoles y domingos pero permite reservar con antelación a través de su web. En ambos casos el viaje de ida cuesta 100€.



La otra opción es volar a Puerto Princesa, el principal aeropuerto de Palawan, que ofrece servicio a compañías como Cebu Pacific, Philippine Airlines y Air Philippines, con vuelos diarios desde Manila. Una vez en Puerto Princesa, hay que pasar por el horrible calvario de llegar por tierra a El Nido, la carretera que los une se encuentra todavía en construcción y se tardan 5 horas en furgoneta o 8 horas en autobús.

Así pues, no queda otra que decantarse por la opción cómoda pero cara, vuelo directo a El Nido por 100€, o por la otra opción más barata pero incómoda, volar a Puerto Princesa y sufrir 5 interminables horas circulando por una carretera en construcción hasta llegar a El Nido. Nosotros elegimos volar directos a la ida y regresar por carretera a la vuelta vía Puerto Princesa; nuestros bolsillos no hubieran soportado repetir la primera opción y nuestro ánimo no hubiera soportado repetir la segunda opción.

Para más información sobre cómo llegar a El Nido, podéis consultar esta web.

domingo, 14 de febrero de 2010

Boracay

La primera parada de nuestro viaje a Filipinas fue Boracay. Boracay es una isla tropical situada en el extremo noroeste de la isla de Panay, justo en el centro de las Filipinas. Es uno de los principales destinos turísticos de Filipinas y no podíamos escapar a su encuentro.



Recién llegados a Filipinas después de pasar la primera noche de fiesta en Manila cogimos la avioneta rumbo a Boracay, donde nos esperaba el sol y la tranquilidad.



Nada más aterrizar fuimos corriendo al hotel para dejar las maletas e ir directos a la playa. Fue como nos habían prometido. White Beach, el principal atractivo de la isla, es una larga playa de cuatro km de arena blanca bañada por un mar azul claro increiblemente transparente. La arena es tan buena que incluso pegando el sol de pleno a mediodía no te quemas los pies.





La playa de White Beach está dividida en 3 secciones o stations. En Station 1 se encuentran los resorts y hoteles más lujosos; en Station 2 se concentran los hoteles de precio medio, los restaurantes y los bares de copas que animan la noche, es la zona más activa y transitada de la playa; en Station 3 se encuentran los hoteles más baratos pero es una zona más tranquila.



Nosotros decidimos quedarnos en Station 3 y creo que nos compensó bastante. Para nuestra sorpresa, a pesar de viajar en temporada alta por Año Nuevo Chino el hotel nos salió bien de precio y la playa estaba vacía. Durante los dos días que estuvimos en Boracay pudimos disfrutar tomando el sol con toda la tranquilidad del mundo.



Además de por sus playas, Boracay es famosa por la gran variedad de actividades acuáticas que uno puede llevar a cabo: windsurf, kiteboarding, parasailing, motos acuáticas y jet skis y la más recomendable de todas: salir a navegar en un paraw, la embarcación típica de Filipinas.



Así, el segundo día, hartos de estar tirados en la playa tomando el sol, decidimos alquilar por unas horas un barco de vela para dar una vuelta a la isla y parar en algunos puntos interesantes para hacer esnórquel.



Dada la situación geográfica de Boracay, es posible navegar alrededor de la isla empujado sólo por los fuertes vientos que soplan.



Si se quiere disfrutar de esta actividad, mi recomendación es hablar directamente con los marineros apostados en sus barcos o alquilar la embarcación en alguno de los puntos autorizados, y evitar a toda costa los vendedores ambulantes. Estos se pasean por White Beach ofreciendo a los turistas alquilar un barco por 2500 PHP, obviamente van a comisión; el precio normal en un punto autorizado es de 500 PHP por una hora. Nosotros alquilamos un paraw en el sitio Red Pirates (al final de Station 3) y quedamos muy satisfechos con la experiencia.



Al final del día, lo mejor que uno puede hacer en Boracay es contemplar el atardecer. Ya sea a bordo de un barco o tirado en la arena de White Beach, los atarcederes son el remate para un día perfecto.






Cómo llegar

Boracay está a menos de una hora de avión desde Manila.

La opción más cómoda es volar a Caticlán, el pequeño aeropuerto que da servicio a Boracay. Sin embargo, no es nada fácil conseguir vuelos hasta allí. En primer lugar, en determinadas épocas del año el aeropuerto no ofrece servicios por la peligrosa combinación de fuertes vientos y accidentada orografía del terreno que rodea el aeropuerto, de díficil maniobra para los pilotos. En segundo lugar, dado el tamaño de la pista de aterrizaje sólo pueden volar a Caticlán aviones de hélice de escasa capacidad de pasajeros, por lo que es necesario reservar con antelación para encontrar plaza. Las siguientes compañías operan a Caticlán: SEAir, Zest Air y Air Philippines. Los vuelos de Air Philippines salen baratos pero resulta imposible reservarlos a través de la web y es mejor hacerlo a través de una agencia de viajes local como Filipino Travel.



La otra opción, más habitual pero menos cómoda, es volar a Kalibo, un aeropuerto más grande que ofrece servicio a compañías como Cebu Pacific o Philippine Airlines. Es fácil encontrar vuelos desde Manila a buen precio y con poca antelación, ya que los aviones cuentan con gran capacidad de pasajeros, pero el principal inconveniente es que Kalibo se encuentra a 90 minutos en autobús de Boracay.

Habiendo aterrizado en cualquiera de los dos aeropuertos, el siguiente paso es llegar hasta el puerto de Caticlán, punto de acceso a Boracay. Desde allí se toma un ferry que tarda 10 minutos en llegar al puerto de Boracay.



Para ir desde el puerto al hotel se puede coger un triciclo, el principal medio de transporte dentro de la isla.




Dónde comer

Alineados a lo largo de White Beach uno puede encontrar bares y restaurantes a precios asequibles y con buenas vistas, no hace falta por tanto alejarse mucho de la playa a la hora de comer y de cenar.

Sin embargo, recomiendo disfrutar al menos durante un noche de una auténtica experiencia filipina acudiendo al mercado de D'Talipapa. Es un mercado de pescado y marisco situado en el interior de la isla, se puede llegar en triciclo o a pie desde Station 2.



El procedimiento a seguir consiste en acercarse a los diferentes puestos del mercado, comparar precios, examinar la mercancía y regatear por el precio del kilo.







Se puede encontrar casi cualquier pescado y marisco que a uno le apetezca cenar. Nosotros nos inclinamos por pedir unas rodajas de atún, un par de red snappers (huachinangos) y calamares y gambas para acompañar.





A continuación, una vez tienes el pescado y el marisco, hay que acudir a alguno de los numerosos restaurantes que rodean el mercado y que disponen de "servicio de cocina".





Hay que presentarse en D'Talipapa antes de las 7 de la tarde y si es posible reservar mesa en el restaurante antes de comprar en el mercado. Más tarde de las 7 apenas queda nada en los puestos del mercado y los restaurantes están todos llenos.

sábado, 13 de febrero de 2010

Filipinas

En vísperas de comenzar una nueva vida en Asia, he decidido tomarme un tiempo de vacaciones para viajar por el sudeste asiático y visitar a los viejos amigos. El primer destino elegido ha sido Filipinas.



Coincidiendo con la semana de Año Nuevo Chino, me junté con Mike, mi compañero de beca en la oficina de Singapur, y Dani, amigo de Mike también residente en Singapur, para organizar un viaje de 9 días por Filipinas.



Con el comienzo de la temporada alta en Asia a la vuelta de la esquina, lo tuvimos algo complicado para encontrar vuelos y hoteles con tan poca antelación, así como para cuadrar las conexiones de forma que pudiéramos aprovechar al máximo los días de estancia visitando al menos dos destinos paradisiacos, pero ¡vaya si lo conseguimos!

La primera parada del viaje fue Boracay, el principal destino turístico de Filipinas, que para nuestra sorpresa no estaba en absoluto masificado.



La segunda parada del viaje fue El Nido, en el extremo norte de la isla de Palawan, considerada la mayor reserva marina protegida de Filipinas. Un lugar recóndito y de difícil acceso, pero que alberga algunas de las maravillas naturales más impresionantes que uno puede contemplar en Asia.



Por último, al final del viaje regresamos a Manila y tuve la oportunidad de vivir el legado histórico español en la capital de Filipinas, muy interesante.



Por supuesto, también hubo tiempo para salir de fiesta y disfrutar de la noche en Makati y Malate los dos sábados seguidos, no defraudaron.

En definitiva, un viaje completo que superó todas mis expectativas de volver a viajar por Asia. Puedo afirmar sin duda que ha sido uno de los mejores viajes que he hecho hasta ahora y espero volver pronto a Filipinas, un país de paisajes increibles.

Así pues, amigos lectores, me alegra anunciar que vuelvo a las andadas y que seguiré posteando aventuras por el continente asiático.

viernes, 12 de febrero de 2010

Crónica de mi regreso a Asia

Los acontecimientos que voy a relatar a continuación transcurrieron durante febrero y marzo del año 2010, en vísperas de empezar a vivir en Japón. Este periodo de viajes por el sudeste asiático fue uno de los más intensos que he vivido y quisiera dejar constancia en mi blog que recoge mis aventuras por Asia.

Probablemente haya pocas sensaciones en el mundo tan placenteras como mandar a tomar por culo el trabajo y hacer las maletas rumbo a un país tropical.



Una semana en Filipinas era suficiente para volver a sentir que Asia me daba lo que mi cuerpo y mi mente necesitaban.

Después de pasar 400 días atrapado en España por fin era libre, llegaba el momento de regresar a la tierra que tanto añoraba: el sudeste asiático. Filipinas, Hong Kong, Singapur y por supuesto Vietnam; el mes y medio de viaje que nunca olvidaría, incluso aunque después viniera Japón. Porque no me avergüenza reconocerlo, Japón es un país #TLQM y todo lo que tú quieras pero la soja mezclada con wasabi no es mi salsa, prefiero algo más exótico e intenso como el nước mắm. El sudeste asiático actuó en mí como una droga desde el principio, la primera dosis se me había inyectado gratis casi sin enterarme y con el tiempo sentía que necesitaba más y más, hasta convertirme en un adicto, y cuando ya no estaba a mi alcance dios sabe lo que me costó volver.



Boracay y El Nido, dos destinos increíblemente paradisíacos en la siempre olvidada y desconocida Filipinas. Momentos únicos e irrepetibles en compañía de Mike y Dani, compañeros de viaje venidos desde la vecina Singapur con ganas de liarla, con ganas de pasar los días al sol en la playa y las noches al ritmo de las discotecas de Fort Bonifacio.



Y lo pasamos tan bien que no queríamos abandonar Filipinas. Pero la semana de vacaciones llegó a su fin y mis amigos regresaron a sus respectivos trabajos en Singapur mientras yo proseguía mi viaje visitando a Javi en Hong Kong. Fueron unos pocos días que aproveché para recorrer de nuevo las calles de mi ciudad favorita de Asia. Entonces la sensación era diferente pues estaba de paso y no en busca y captura de un trabajo.

Después vendría Singapur y el reencuentro con Mike y Dani, que muy amablemente me habían invitado a pasar unos días en su casa. El frenético ritmo de viajes por el sudeste asiático se había puesto en marcha y no había quien lo parara... hasta que llegué a Vietnam, y el tiempo se detuvo. En ese momento sentí que volvía a nacer y que regresaba a una época en la que era muy feliz y volvía a hacer todas esas cosas que me gustaban, la sensación era maravillosa.

Señores lectores, abróchense los cinturones y mantengan el respaldo de sus asientos en posición vertical. Despegamos...

domingo, 1 de noviembre de 2009

Los mercados en Vietnam

Los mercados (en vietnamita, Chợ) juegan un papel importante en la economía de Vietnam, son los lugares donde se concentra por excelencia la compra-venta de mercancías en áreas pobladas.

En las grandes ciudades como Hanoi, Ho Chi Minh City (Saigón) o Hué, los mercados ocupan edificios cubiertos de varias plantas y suelen estar masificados. Hasta el siglo pasado eran los grandes almacenes donde comerciantes y consumidores podían adquirir casi cualquier artículo al mejor precio. Con la apertura económica del país, en los últimos años han empezado a florecer las cadenas internacionales de supermercados como Big C y grandes centros comerciales como Parkson, que han desplazado los hábitos de consumo de determinados segmentos de la sociedad, en especial las clases más ricas, adaptándolos a un estilo más occidental.

Este hecho unido a la creciente afluencia de turistas en las ciudades ha provocado que lugares emblemáticos como el mercado de Đồng Xuân en Hanoi o los mercados de Bến Thành o de Bình Tây en Ho Chi Minh City (Saigón) ejerzan hoy en día un papel más simbólico y turístico que de canal de distribución comercial, ya que aparte los precios se han inflado con el paso de los años y ha dejado de ser tan barato comprar ahí.







Teóricamente, en un mercado es posible encontrar de todo. Suele estar dividido en pisos y secciones en las que multitud de puestos ofrecen el mismo tipo de producto generalmente al mismo precio, aunque regatear es condición indispensable antes de comprar algo. Llama sin duda la atención el minúsculo tamaño de los puestos frente a la ingente cantidad de mercancías, apiladas unas sobre otras, dejando libre únicamente un espacio donde el comerciante pasa la mayor parte del día, si es que no vive ahí de forma permanente.

Para un occidental, recorrer ese laberinto de pasillos repletos de artículos hasta donde alcanza la vista puede llegar a ser muy claustrofóbico y conviene mantenerse orientado en todo momento para no llegar a sufrir agobio.





¿Alguien dijo sombrero?



Una de las secciones más importantes del mercado es la de productos alimenticios, que a pesar de estar separada físicamente de otras secciones dedicadas a telas y ropa de confección, en ocasiones está pobremente acondicionada y no evita que los olores se propaguen por todo el mercado, algo que resulta bastante desagradable porque llegan olores a pescado o a frutas hediondas mientras paseas junto a puestos de ropa.

Por supuesto, las condiciones de salubridad y conservación de alimentos perecederos como carnes y pescados están en la misma línea que otros países de Asia y no cumplen los mínimos estándares de calidad a los que estamos acostumbrados.



A pesar de los inconvenientes, para un occidental es toda una experiencia visitar un mercado vietnamita porque la curiosidad le lleva a encontrar alimentos extraños que no había visto nunca antes: como frutas exóticas, especias raras, etc. Para los propios vietnamitas también es una obligación visitar los mercados cuando viajan a otras ciudades porque allí pueden encontrar productos originarios específicamente de esa zona del país. Thoai se llevó unos cuantos tarros de salsa de gambas que sólo elaboran en Hué, por ejemplo.



Al contrario que en las grandes ciudades, en los pueblos y núcleos rurales los mercados suelen estar situados al aire libre y todavía se mantienen como el principal canal de distribución de productos alimenticios. El mercado de Hoi An es un buen ejemplo.













Otra forma curiosa de mercado son los mercados flotantes (en vietnamita, Chợ Nổi), típicos de zonas fluviales como el Delta del Mekong. En este tipo de mercados, como el mercado de Cái Răng cerca de Can Tho, la mercancía se intercambia de barco a barco y el principal beneficio que se obtiene es la exención de impuestos al no realizarse la transacción comercial en tierra firme. En ambientes tan rurales es común el trueque de alimentos entre familias de comerciantes que viven en el río, aunque también se acepta dinero de los compradores que se acercan desde la orilla.



El funcionamiento del mercado exige que de cada barco se cuelgue un palo en el que se exponen los artículos a la venta. Los compradores se acercan a adquirir lo que buscan.





Es curioso esto de los mercados en Vietnam, no se puede venir de visita sin conocerlos antes.