lunes, 29 de noviembre de 2010

Desayunando sushi en Tsukiji

Durante la visita de mi amigo Wing a tierras japonesas quisimos incluir el mercado de Tsukiji en nuestro itinerario por Tokio.



El mercado de Tsukiji es el mercado central de pescado de Tokio y el mayor mercado mayorista de productos marinos del mundo. Se encuentra en Tsukiji cerca del centro de Tokio y aunque para los japoneses no tiene mero interés turístico sí es frecuentado por turistas extranjeros por el contrario.

El mercado opera todos los días excepto domingos y festivos desde las 3 de la mañana. A partir de esa hora comienzan a llegar de todas partes del mundo grandes volúmenes de productos del mar. De todo lo que llega al mercado, el atún (en japonés maguro) es el producto más importante y su venta al por mayor se realiza mediante subasta. Esta subasta tiene lugar a las 5 de la mañana y a ella acuden decenas de compradores con licencia que compiten por adquirir los mejores ejemplares a los precios más asequibles, aunque estamos hablando de cantidades astronómicas de dinero. La subasta finaliza sobre las 7 de la mañana y una vez el pescado ha sido comprado es transportado en camiones a su destino.

La subasta estuvo durante muchos años abierta el público hasta que diversos incidentes provocados por turistas extranjeros maleducados obligaron a cerrar el acceso. Recientemente la entrada ha sido establecida de nuevo pero los visitantes tienen que seguir unas estrictas normas de comportamiento y las plazas son limitadas.

Nuestra idea en un principio era acudir a la subasta de atún de madrugada pero para ello teníamos que llegar al mercado con suficiente antelación para hacer cola y conseguir plaza, lo que exigía presentarse allí antes de las 4 de la mañana. Lamentablemente a esas horas el metro de Tokio está cerrado y nuestro hotel estaba en la otra punta de la ciudad, coger un taxi tampoco era una opción a tener en cuenta. Así que viendo la imposibilidad de llegar a la subasta de atún al menos decidimos visitar el mercado al día siguiente por la mañana. Si alguno tiene interés en conocer los detalles de la subasta le recomiendo leer el excelente artículo "Mercado de Tsukiji: la subasta del maguro" que mi amigo Rodrigo escribió en su blog.



Aunque nos quedamos con las ganas de ver en directo la subasta de atún la opción de visitar Tsukiji de día también es recomendable ya que antes de las 7 de la mañana el mercado está en pleno funcionamiento y resulta hasta peligroso moverse por el recinto con las camionetas yendo y viniendo por todos lados. A partir de las 8 disminuye notablemente la actividad y el mercado se puede visitar con tranquilidad hasta la 1 que cierra sus puertas para su limpieza.





Nosotros llegamos sobre las 10 de la mañana y a esa hora todavía se podía ver algo de movimiento en el barracón principal del mercado. Aquí se encuentran los negocios de algunos compradores de atún que tienen licencia para participar en la subasta y luego sacan a reventa la mercancía adquirida a compradores de otros pequeños negocios y restaurantes.



Después de curiosear un rato nos dirigimos sin salir del recinto hacia los edificios anexos al mercado donde se encuentran los pequeños establecimientos de comida. La intención no era otra que probar uno de los mejores sushis del mundo. El sushi como todos sabéis es uno de los platos más reconocidos de la gastronomía japonesa así que como buenos aficionados no podíamos dejar escapar esta oportunidad.



En el callejón del edificio 6 anexo al mercado se encuentran los dos restaurantes de sushi del mercado de Tsukiji. ¿Qué tienen de excepcional estos dos restaurantes? Que sirven pescado fresco que nunca antes ha sido congelado. Como podéis imaginar son extremadamente populares y las colas que se forman pueden llegar a superar la hora de espera.



El primero de los restaurantes es Sushidai (寿司大), 5AM-2PM. El set principal cuesta ¥3900 e incluye 10 unidades de sushi & 1 roll. Tienen otro set más barato por ¥2500. Al ser el más pequeño de los dos resulta más exclusivo y a veces la cola es tan larga que da la vuelta a la esquina del edificio.



El segundo restaurante es Daiwa Sushi (大和寿司), 5:30AM-1:30PM. El set principal cuesta ¥3500 e incluye 7 unidades de sushi & 1 roll. También hay otro set disponible por ¥2100. Al tener mayor capacidad la cola avanza más deprisa así que por cuestiones de agenda fue el restaurante que elegimos.



La cola nos llevó cerca de 45 minutos pero desde ya dejo claro que verdaderamente merece la pena. Mientras estás en la cola puedes ver a la gente entrando y saliendo a cuentagotas, una espera que puede resultar frustrante para algunos y excitante para otros, por ver que el momento de probar uno de los mejores sushis del mundo se acerca cada vez más. Creo que es bueno tomárselo con esa filosofía. :-)



Durante el tiempo que esperas para entrar puedes también ir echando un vistazo al menú y eligiendo lo que vas a tomar. Parece ser que el set de sushi es algo aleatorio así que por el precio que íbamos a pagar decidimos escoger nosotros mismos las piezas de sushi que íbamos a tomar. El sushi que sirven se presenta en forma de nigirizushi, un trozo de pescado colocado sobre una bola de arroz, y los precios por unidad no son ninguna tontería; hablamos por ejemplo de ¥800 por una pieza de ventresca de atún (lo que llaman toro o fatty tuna). Puede parecer que el bolsillo va sufrir de lo lindo pero según los entendidos la calidad del sushi es tal que estos restaurantes no resultan caros en absoluto.


Mientras iba echando cuentas de lo que me iba a salir la broma del desayuno de sushi llegó nuestro turno, el momento de ocupar el asiento en la barra.



Nada más sentarte vas pidiendo sushi y al rato ves como el itamae, el cocinero de comida japonesa, lo prepara delante de ti. El pescado que corta ha venido directamente de la lonja hace escasos minutos. "¿Qué va a tomar el señor? Pues serán 2 piezas de atún (maguro), 1 pieza de ventresca de atún (toro), 1 pieza de caballa (aji) y una ración de rollitos de atún (tekkamaki) a pachas entre mi amigo y yo." Ya puedo ir preparando los ¥2150 del ala...



Algo curioso de estos restaurantes es que además de comer en la barra no hay platos, el sushi se sirve directamente sobre una bandeja de madera. Sobre la tabla también se coloca el jengibre (gari), que sirve para limpiar el sabor de la boca entre bocado y bocado de sushi. Luego aparte te traen los palillos, la servilleta para limpiarte las manos antes de comer, el cuenco para echar la salsa de soja (shōyu) donde mojar el sushi y por supuesto un vaso de té verde japonés (matcha).



Sobre el sushi, no sé por donde empezar a describirlo. Quizás diciendo que no se parecía a ningún otro sushi que hubiera visto antes y no sabía a nada que hubiera probado antes. La apariencia del pescado era viva, de un color muy brillante, se veía bien fresco.



Otra cosa que me llamó la atención respecto a otros tipos de sushi que he visto fue la proporción del trozo de pescado respecto a la bola de arroz, generosa, cubriendo prácticamente toda la superficie, como debe ser. El sabor era indescriptible, todas y cada una de las piezas de sushi se fundían en mi boca y durante varios segundos disfrutaba de un universo de sabores; el pescado, el arroz, la salsa de soja en la que había untado la loncha y la fuerza del wasabi. Oishii... Por supuesto, entre bocado y bocado mi amigo y yo compartíamos impresiones y nos tomábamos nuestro tiempo antes de pasar a probar la siguiente pieza.



En cuanto a los rollitos de atún fue más por gula que por otra cosa, quería salir de allí con la sensación de tener el estómago satisfecho y no quedarme con hambre.



Todo exquisito, de verdad. Valió la pena cada yen que dejé en el restaurante. Por una vez en la vida la ocasión lo merecía. Lo único que eché en falta fue que no sirvieran sushi de salmón (sake), mi favorito, pero todo lo que probé fue estupendo. Quizás lo más delicioso fue también lo más apreciado, la ventresca de atún.

Salimos del restaurante con una sonrisa, no había lugar para remordimiento alguno por la larga espera en la cola o los cerca de 20 euros que nos habían clavado por el desayuno, había sido un placer único. ¿Y por qué digo único? Pues porque a partir de ahora cualquier pieza de sushi que nos llevemos a la boca estará sometida a un riguroso examen cuya máxima referencia será la del mercado de Tsukiji , volver a comer sushi no volverá a ser lo mismo.

De camino a la estación de Tsukiji para coger el metro pasamos por el mercado exterior a la lonja. Parecía un lugar interesante para callejear pero no podíamos detenernos mucho rato, aún nos quedaba todo el día por delante y un itinerario que cumplir, próxima parada Odaiba.



De pasada pudimos comprobar que a este mercado exterior se acercan multitud de amas de casa a comprar piezas de pescado fresco para cocinar en casa. Era el último eslabón que nos quedaba por ver de la cadena de venta de pescado en Tokio, la cual había comenzado ese mismo día a las 5 de la mañana con la subasta de atunes.



Visitar Tsukiji fue una experiencia para todos los sentidos: pudimos ver en actividad el mayor mercado mayorista de pescado del mundo; escuchar el constante ajetreo de los pequeños carros transportando la mercancía por los barracones; sentir en nuestras fosas el fresco olor del pescado recién descargado; coger con nuestros dedos una pieza de nigiri preparada artesanalmente para a continuación llevárnosla a la boca y saborear el atún más fresco que jamás hubiéramos probado.

Una visita muy recomendable. Solo queda pendiente volver algún día para ver en directo la subasta de atún.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Itinerario express por Tokio

Hace un par de semanas estuvo por aquí de visita un amigo y me pidió que le organizara un itinerario por Tokio durante los dos días que iba a estar en la capital antes de continuar viajando por el resto de Japón. Yo no vivo en Tokio así que no soy ningún experto conocedor de la ciudad y seguro que aún me faltan por descubrir un montón de rincones chulos, pero sí he visto lo suficiente como para acompañar a alguien por los lugares más destacados.

El principal inconveniente era el tiempo, visitar Tokio en sólo dos días es una tarea harto complicada, la ciudad es enorme y hay muchas cosas que uno no puede perderse, pero mi amigo no disponía de más tiempo, así que me tocó planear un itinerario express. Para dividir la visita a Tokio en dos días, decidí que el primer día nos moveríamos por la zona oeste de la línea JR Yamanote y el segundo día por la zona este, más que nada para ahorrar tiempo en transporte.


Zona oeste de Tokio

Comenzamos visitando Shinjuku (ver más en detalle), uno de los centros financieros de Tokio, conocido por su arquitectura moderna de rascacielos y hoteles de lujo.



Subimos hasta el mirador del emblemático edificio del Gobierno Metropolitano de Tokio, también conocido como Tōchō. La entrada es gratuita y las vistas son espectaculares. Pienso que es buen sitio para tomar contacto con la ciudad y entender su geografía.


Después de ver Shinjuku vamos hasta Harajuku y buscamos la puerta torii de entrada al Santuario Meiji.



Tras dar un agradable paseo por el bosque que hay en el interior del recinto llegamos hasta el santuario sintoísta consagrado al Emperador Meiji. Estando en pleno centro de Tokio, sorprende el ambiente tranquilo y el poco ruido que se escucha. Es como escapar de la ciudad por un instante.



Junto a la estación de Harajuku encontramos la concurrida Takeshita-dōri, un punto de encuentro de las tribus urbanas repleto de tiendas de ropa y gente vistiendo con apariencias muy curiosas.



De Harajuku nos movemos a la siguiente estación: Shibuya (ver más en detalle), uno de los barrios de Tokio con más actividad tanto de día, un popular sitio de compras, como por la noche, una ambientada zona de marcha.



Lo mejor de Shibuya es el famoso cruce en forma diagonal, por el que pasan más de un millón de personas al día. Se ha convertido en toda una atracción turística para los visitantes.



De Shibuya nos vamos hasta Hamamatsucho para ver la Torre de Tokio.



Si llegamos a última hora de la tarde vemos que ya han encendido las luces de la torre. Desde el Templo de Zojoji se tiene una bonita postal que contrasta lo antiguo y lo moderno.



Esta torre es uno de los iconos de la ciudad de Tokio y de noche es fácilmente reconocible desde cualquier parte. A mí sencillamente me parece espectacular e imponente con las luces encendidas.


Llegados a este punto, podemos dar por terminado el recorrido por el oeste de Tokio, para continuar al día siguiente por la parte este de la línea JR Yamanote.


Zona este de Tokio

Empezamos la visita del segundo día por Asakusa, uno de los barrios de Tokio que mejor ha sabido conservar un ambiente tradicional.



En el barrio predominan las casas de baja altura, algunas datan de la década de los 50 y 60 mientras que otras han sido decoradas con el propósito de darle un aire antiguo, todo ello hace que se respire esa atmósfera del pasado al pasear por sus calles.



Uno puede caminar tranquilamente por los alrededores del Templo de Sensō-ji, un área peatonal, y llegar hasta la gran puerta Kaminarimon.



Aquí da comienzo Nakamise-dori, una avenida con multitud de tiendas de recuerdos y por la que pasan cientos de turistas al cabo del día.



Llegados al final, nos encontramos con la puerta Hōzōmon que da acceso al templo y una pagoda de cinco pisos.



El Templo de Sensō-ji es un templo budista, nada menos que uno de los más antiguos e importantes de Tokio (sus orígenes datan de 645).



Cerca de Asakusa se sitúa la recién inaugurada Tokyo Sky Tree, una moderna torre de comunicaciones —la más alta del mundo— inspirada en el diseño de las pagodas y capaz de resistir terremotos. Dispone de dos miradores, a 350m y 450m, desde los que se puede contemplar la ciudad.



Después podemos ir hasta Shimbashi para coger el monorail de la línea Yurikamome que circula hasta Odaiba (ver más en detalle).



Odaiba es una moderna isla artificial sobre la que se construyó un área comercial y de entretenimiento.



Desde la isla se tienen buenas vistas a la Bahía de Tokio y al skyline de la ciudad, es un buen lugar para contemplar el atardecer.



Antes de que se ponga el sol ponemos rumbo a la Estación de Tokio para dar una vuelta por Marunouchi y los alrededores del Palacio Imperial, residencia del Emperador de Japón. El Palacio no se puede ver por dentro, pero desde la esplanada de los jardines uno puede contemplar los muros y algunos edificios del interior al otro lado del foso.



Al caer la noche nos acercamos hasta Ginza. Se trata del barrio comercial más famoso y el más lujoso. Normalmente se compara Ginza con la Quinta Avenida de Nueva York. En la arteria principal, Chuo-dori, no faltan los grandes almacenes y las tiendas de marca más caras y conocidas del mundo.



Dejamos para el final Akihabara, el barrio de las luces de neón, las tiendas de electrónica y el paraíso de los amantes del manga y los videojuegos. En Tokio anochece muy pronto, así que si uno está pensando en comprar tecnología barata puede ser un buen momento para echar un vistazo.



Aquí termina el itinerario de dos días por Tokio. Quiero insistir en que se trata simplemente de una referencia de los puntos de interés más importantes, no una guía completa de Tokio. Aquellos que dispongan de tiempo suficiente, les recomiendo tomarse la visita con tranquilidad y añadir algunos lugares interesantes más, si cabe.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Zhouzhuang, la Venecia de Oriente

Y el tiempo pasó volando para de repente detenerse en nuestro último día de vacaciones.



El día había llegado antes de lo esperado. No podía creer que hubieran pasado ya dos semanas y nuestro viaje por China llegara a su fin. Como dicen por ahí, qué pronto se acaba lo bueno. Todavía quedaban frescos los recuerdos de los rascacielos de cristal en Hong Kong; el paisaje mágico de montañas de karst atravesadas por ríos y arrozales en Guilin y Yangshuo; la sensación de tranquilidad paseando a la orilla del Lago del Oeste en Hangzhou; el embrujo de El Bund y Pudong en la noche Shanghainesa. Cuando uno está disfrutando del viaje en el último día siempre afloran esos sentimientos contradictorios de querer regresar a casa y al mismo tiempo prolongar la aventura hacia un nuevo destino. Lo cierto es que nos estábamos acostumbrando a China y ya nos sentíamos cómodos, a cada paso que dábamos el país nos enseñaba una cara distinta y todas nos gustaban. Merecíamos despedir el viaje con una excursión a lo grande. No se nos pudo haber ocurrido nada mejor que Zhouzhuang...



Zhouzhuang es uno de los pueblos inundados por canales de agua situados alrededor de Suzhou, en su conjunto denominados la Venecia de Oriente. Localizado a menos de dos horas en autobús desde Shanghai es una excursión que realmente merece la pena. En concreto dicen que este es uno de los pueblos de agua más antiguos e importantes de toda China y lleva décadas siendo una atracción turística no únicamente por sus majestuosos canales, también por sus residencias antiguas tan bien conservadas, el ambiente tradicional de sus calles y sus profundas raíces culturales.



Hubo un momento en la historia de China en el que los habitantes de Zhouzhuang decidieron echar el ancla y quedarse estancados en el tiempo, preservando el lugar frente a cualquier cambio. Y es que a quién no le gustaría imaginar que Marco Polo se encontró con algo parecido a esto cuando llegó a Suzhou en 1276.





Pero la historia de Zhouzhuang data de mucho antes, de cuando en la antigüedad era conocida como Zhenfeng Li y luego pasó a ser Yaocheng durante el periodo de historia china de Primaveras y Otoños (722 aC - 481 aC). No fue hasta principios de la dinastía Qing (s. XVII) cuando pasó a nombrarse oficialmente como Zhouzhuang, en honor a un famoso escritor nacido aquí. Durante esa época llegó a ser un importante punto de distribución de seda, cerámica y arte del sur de China. La planta de la ciudad se ha mantenido intacta desde entonces, rodeada por ríos y lagos e inundada por canales.



La ciudad está conectada por 14 puentes de piedra sobre la red de canales. Estos puentes fueron construidos durante las dinastías Yuan, Ming y Qing respectivamente pero el estado de conservación es excelente y por encima de ellos pasan a diario los cientos de visitantes que vienen a ver el pueblo.







El más famoso de todos los puentes es el Puente Doble, considerado el símbolo de Zhouzhuang. Construido durante la era Wanli (1573 – 1619) de la dinastía Ming está compuesto por dos puentes: el puente Shide con forma de arco redondo en dirección este-oeste y el puente Yongan con forma de arco cuadrado en dirección norte-sur. El puente cruza los dos canales y está conectado justo en el medio como una antigua llave china, por lo que a veces se le llama Puente Llave. Durante su historia ha inspirado a numerosos artistas venidos de todas partes del país para pintar el puente durante las cuatro estaciones; hoy en día se ha convertido en objetivo de los amantes de la fotografía que pasan por aquí.



Al igual que Venecia las casas de Zhouzhuang están construidas sobre el agua. Más de la mitad de estas casas datan de las dinastías Qing y Ming, tienen más de 100 años. Cada una de ellas pertenece a una familia y hasta tienen su propio embarcadero. Como dice un viejo proverbio local "Las sillas de manos pasan por delante de la casa mientras las barcas pasan por detrás", refiriéndose por sillas de manos a las antiguas literas sostenidas por porteadores que antiguamente transportaban a las personas ricas.





La principal atracción de Zhouzhuang como no podía ser de otra forma es un agradable paseo en barca por los canales. Por unos pocos yuanes podemos acercarnos al embarcadero para turistas y alquilar un bote con remero incluido. El recorrido da una vuelta al pueblo por el canal principal, dura unos 15 minutos. Totalmente recomendado.





Además de disfrutar de un momento de descanso a bordo del bote, la perspectiva que se tiene del pueblo es distinta al pasar por debajo de los puentes y ver a la gente caminando por las estrechas aceras junto a la orilla.



Al igual que los famosos gondoleros de Venecia, los boteros de Zhouzhuang reman de pie sobre la popa y gustan de amenizar los trayectos entonando canciones tradicionales, en este caso chinas. Al principio nos mostramos un poco escépticos cuando nuestro remero se ofreció a cantar pero la verdad es que era bonito escucharle y ayudaba a relajarse aún más, el buen hombre se mereció la propina.



Al contrario de lo que pueda parecer la barca es propulsada con un remo, no con una pértiga que se apoya sobre el lecho del río. El remo se sostiene sobre un enganche en el lado derecho que permite colocarlo en distintas posiciones y tener así un control completo de la embarcación. Adicionalmente, los remeros llevan un palo para realizar maniobras más precisas cuando se cruzan con alguna otra barca por los estrechos canales.





Después del obligado paseo en barca lo mejor que puede hacer el visitante es perderse por las angostas callejuelas e intentar encontrar el camino a los principales monumentos con el mapa que venden a la entrada del pueblo. Es como un juego de orientación, ya que las calles apenas tienen elementos que las distingan y los puentes son todos parecidos. Pierdo la cuenta de las veces que nos dijimos "me parece que ya hemos pasado por aquí"...



Aparte, siempre te puedes encontrar algún detalle digno de fotografiar.


El pueblo es pequeño así que tarde o temprano se llega a los puntos de interés señalados en el mapa. Los más destacados son la residencia de Shen Wansan, construida en el s. XVIII, y la residencia de Zhang, construida en el s. XV. Otro lugar de interés es el Templo Quanfu, que aunque no data de una fecha tan antigua supone uno de los pocos espacios abiertos de Zhouzhuang y hace gala de los típicos puentes chinos en zigzag.







Llega la hora de comer y no podemos sino decantarnos por la especialidad local, el codillo de cerdo Wansan. Los restaurantes de Zhouzhuang exhiben con orgullo en su carta este plato originario de la familia de Shen Wansan durante la dinastía Ming. Aunque tiene una pinta grasienta no resultaba pesado y por supuesto estaba delicioso. Mejor aún acompañado de cerveza china, presente en todos nuestros almuerzos y cenas a lo largo del viaje.





Para bajar la comida seguimos paseando otro rato por las calles del pueblo a orillas de los canales intentando encontrar el punto de recogida del autobús, cómo no. Por el camino de vuelta me encontré dos detalles que me llamaron la atención sobre el paso del tiempo en Zhouzhuang.

Por un lado, un señor intentando regar unas plantas al otro lado del canal a base de cubazos de agua.



Por otro lado, unas señoras haciendo la colada de las sábanas a la antigua usanza en el río.



El tiempo pasa más despacio en Zhouzhuang y el contraste con Shanghai nos pareció radical; un pueblo que lucha por permanecer anclado en los tiempos de la dinastía Ming y una de las ciudades más modernas de China, tan cerca uno de otro. La vuelta a Shanghai nos recordó que allí terminaba la gran aventura, nuestra travesía de dos semanas por China. Al día siguiente había que madrugar para ir al aeropuerto y yo me tenía que despedir de mis amigos Nuño y Miguel con la promesa de vernos en España en Navidades mientras ponía rumbo de regreso a Japón.

Visitar la Venecia de Oriente fue el mejor final posible para una experiencia inovidable viajando por China. Con algo de pena dije adiós y regresé al país vecino pero seguro que dentro de no mucho vuelvo otra vez, ¿verdad?