viernes, 26 de febrero de 2010

Singapore Sling, cóctel de emociones en Singapur

Después de Filipinas y Hong Kong mi tour por el Sudeste Asiático me llevaba a Singapur.



Cómo pasa el tiempo. La última vez que había pisado por allí fue dos años antes para celebrar la Navidad de 2007 junto a mis compañeros de beca, fueron mis primeras y únicas navidades fuera de casa y uno de los momentos de mi vida que jamás olvidaré. En esta ocasión, a escasos días de haber viajado con Mike por Filipinas regresaba una vez más a Singapur invitado por este a pasar un fin de semana en su casa y en ausencia de los más grandes fue inevitable recordar aquella mítica nochebuena.

Al llegar a su apartamento una de las cosas que más me impactó fue comprobar el alto nivel de vida de los expatriados en Singapur. No hace falta estar montado en el Singapore dollar para disfrutar de un pisito compartido espacioso y con buenas vistas en un condominio con piscina, gimnasio y toda clase de lujos. ¿Vivir en Singapur es caro? Desde luego, pero los sueldos son equiparables y resulta igual de caro vivir en otras ciudades top de Asia como Tokyo o Hong Kong sin el añadido de poder disfrutar de la piscina al aire libre prácticamente todos los días del año. Es la ventaja de un país con clima tropical.



Una estancia de un fin de semana, tiempo más que suficiente para hacer algo de turismo con la esperanza de encontrar algo diferente. Y así fue, dos años dan para mucho en una ciudad tan pequeña que vive en constante transformación. Por recomendación de Mike lo primero que hice fue subir hasta lo alto del Swissôtel, un hotel de lujo situado en la zona centro justo detrás de la Catedral de Saint Andrew.



Desde las plantas 70 y 71 del edificio uno puede sentarse a la mesa en cualquiera de los bares y restaurantes del hotel y disfrutar de unas vistas privilegiadas. Empezando por la izquierda tenemos Marina Bay, uno de los nuevos distritos de Singapur. El terreno donde se asienta fue construido artificialmente recuperando tierra sobre el nivel del mar. La isla se va quedando pequeña para las necesidades de sus habitantes y esta es la única manera de ganar espacio físico donde construir, una acción que los países vecinos miran con cierto recelo.



Aquí podemos encontrarnos con el Teatro de la Ópera, The Esplanade - Theatres on the Bay, y la más famosa atracción turística de Singapur, el Singapore Flyer, una noria construida a imagen del London Eye. Frente a Marina Bay se sitúa el Marina Bay Sands, uno de los hoteles-casino más lujosos del mundo. Es un ambicioso proyecto de ingeniería que ha supuesto una enorme inversión de tiempo y dinero a la ciudad pero que finalmente está punto de ver la luz. Durante mi visita todavía no estaba acabado pero ya podía distinguirse la monstruosa estructura. El conjunto está formado por tres torres independientes destinadas a habitaciones del hotel y coronadas por una plataforma elevada que contiene un parque al aire libre, el Sands SkyPark. Toda una millonaria apuesta con la que Singapur espera incentivar el turismo de lujo. Sólo hace falta echar un vistazo al espectáculo que han montado estos últimos años con ocasión del Gran Premio de Formula 1 para ver de lo que es capaz esta enorme máquina de hacer dinero.



Junto a Marina Bay está el distrito de Riverside, el corazón de Singapur. Esta zona se encuentra dividida por el río; el banco norte contiene la mayoría de edificios gubernamentales y el banco sur los imponentes rascacielos donde los bancos amasan sus fortunas.



Cerca de la desembocadura del río se encuentra el emblemático Merlion, el símbolo de la ciudad-estado con cabeza de león y cuerpo de pez.



El banco norte está dominado por el Padang, un enorme campo de hierba donde tienen lugar diversas celebraciones y partidos de cricket con el skyline de fondo.



Rodeando el Padang están el Parlamento y el edificio de las Cortes, así como numerosos museos.



Recomiendo visitar el Museo de las Civilizaciones de Asia, me pareció muy interesante.



No lejos de allí encontramos la estatua de Sir Thomas Stamford Raffles, el fundador de Singapur, levantada en el punto exacto en el que se supone que desembarcó en 1819.



Según nos adentramos en la ciudad siguiendo el curso del río llegamos hasta las dos zonas de ambiente nocturno de Singapur.



A un lado del canal destacan las casitas bajas de la alegre Boat Quay, una concurrida zona de bares y restaurantes a la orilla del río.



Al otro lado, más allá de Elgin Bridge está Clarke Quay, la otra zona de marcha repleta de pubs y discotecas que tan buenos recuerdos me trae.



Aparte de estos dos distritos Singapur tiene muchos otros que merece la pena visitar como Orchard Road, China Town, Little India o Bugis, zonas que ya visité en su día. Esta vez me dediqué simplemente a pasear con calma por el centro. No obstante, por si no fuera suficiente recorrer la ciudad a pie o observarla desde lo alto del Swissôtel tuve también la oportunidad de moverme por Singapur en moto.



Es bien sabido que una ciudad parece distinta desde el punto de vista de un transeunte que de un conductor así que cuando el bueno de Mike se ofreció a llevarme en moto por las calles de Singapur no lo dudé dos veces. Vaya si lo disfruté. :-)

Esto es todo lo que dio de sí el fin de semana en Singapur, que no es poco. Como siempre fue agradable volver a visitar a los amigos y compaginar algo de turismo con salir de marcha. Aproveché bien el tiempo.

Muchas gracias a Mike y a Dani por hacer de su casa la mía durante el tiempo que pasé allí y por sacarme de fiesta. "Sí... ya sé que tengo que volver a por el bañador que me dejé secando en la ventana."... eso me pasa por apurar la piscina hasta el último momento.

jueves, 25 de febrero de 2010

Hong Kong

Después del frenético viaje por Filipinas me apeteció descansar unos días en Hong Kong y volver a disfrutar de mis rincones favoritos.



Y digo favoritos porque ya había pasado dos meses viviendo en Hong Kong a finales de 2008, con el propósito de encontrar trabajo después de la beca ICEX en Vietnam. Aunque no conseguí encontrar trabajo durante el tiempo que viví en Hong Kong disfruté mucho del ritmo de vida y me llevé una buena experiencia.



Así pues, durante mis vacaciones en el sudeste asiático antes de empezar mi nueva vida en Japón no podía dejar de pasar por Hong Kong y hacer una visita a un gran amigo y compañero de beca ICEX.



Acepté encantado la invitación de Javi para quedarme en su casa y me atendió estupendamente durante los días que estuve de visita en la ciudad. Recientemente se ha mudado a un apartamento en la zona de Olympic, con vistas al puerto y a los rascacielos de West Kowloon, con el imponente ICC.



Secuestraba a Javi todos los días durante la hora del almuerzo y de la cena para ir a nuestros restaurantes preferidos, como el mítico de barbacoa coreana cerca de Nathan Road o el Double Star, y también me aproveché del conocimiento que tiene para que me enseñara los restaurantes y bares que ha ido descubriendo durante el tiempo que lleva viviendo en Hong Kong. La mejor visita de todas fue el Sevva, un bar con terraza en lo alto del Prince Building en Central.



Tenía unas vistas espectaculares, una de las mejores panorámicas de Hong Kong, sin duda. Hasta se podía ver a la gente trabajando en sus oficinas por la noche.



Tuve ocasión también de subir al R66 Revolving Restaurant, el único restaurante giratorio de Hong Kong.



Está situado en Wan Chai y ofrece una vista panorámica unica de Hong Kong con el aliciente de que el punto de vista gira y tarda 66 minutos en completar una vuelta entera. Curioso cuanto menos.



También tuvimos tiempo para explorar de noche los callejones del Soho y descubrir diminutos templos entre tanto rascacielos. Es lo que más me gusta de Hong Kong; es una ciudad moderna en la que puedes encontrar toques tradicionales chinos en cualquier parte, muy auténtica.



Por último, en los ratos libres que no estaba con Javi disfruté de mi rincón favorito en Hong Kong: pillar un café en el Starbucks en el IFC Mall y subir hasta la terraza del tejado. Tienen sillas y mesas a disposición del público y muy buenas vistas a Kowloon.



Hong Kong, no importa cuantas veces vuelva siempre será mi ciudad favorita de Asia.

domingo, 21 de febrero de 2010

Manila, visita a Intramuros

La última parada del viaje a Filipinas después de pasar por Boracay y El Nido era Manila, la capital del país. Disponía de unas horas antes de coger el avión de vuelta y me dispuse a cumplir una de mis asignaturas pendientes: visitar uno de los lugares de Asia más interesantes desde el punto de vista cultural por el importante legado histórico español que contiene.



Si nos remontamos un poco en la historia veremos que desde 1595 hasta 1898 Manila permaneció como capital de la colonia española en las Indias Orientales, por entonces se decía aquello de que "el Sol no se ponía nunca en el Imperio español". Fue fundada a orillas del río Pasig en 1571 por Miguel López de Legazpi, al mando de la expedición encargada por el Rey Felipe II, en cuyo honor se bautizó al archipiélago de Filipinas, para explorar la ruta desde México a las islas Molucas.



Tras la construcción del asentamiento, numerosos intentos de invasión de piratas chinos y japoneses obligaron a los españoles a levantar un muro defensivo de 4.5 kilómetros de longitud encerrando la ciudad en un área pentagonal de aproximadamente 64 hectáreas.





La ciudad amurallada contenía residencias, iglesias, palacios, hospitales, escuelas y sedes del gobierno y el acceso sólo era posible a través de puertas y puentes levadizos, lo que hizo que se otorgara a la ciudad el nombre de Intramuros o "dentro del muro".



Una de las fortificaciones más antiguas que se conserva en Intramuros es el Fuerte de Santiago, construido en 1571 sobre el asentamiento nativo anterior a la llegada de los españoles.





La puerta de acceso está decorada con la imagen de Santiago Matamoros.



La mayoría de las edificaciones originales construidas por los españoles fueron devastadas por ataques y desastres naturales a lo largo de los siglos y posteriormente fueron reconstruidas varias veces incluso. El mejor ejemplo de ello es la Catedral de Manila. La primera iglesia (1581) ardió en un incendio en 1583. La segunda iglesia (1592) fue arrasada por un tifón en 1588. La tercera iglesia (1584-1614) fue destruida por un terremoto en 1645. La cuarta iglesia (1654-1671) sufrió graves daños en 1863 tras otro terremoto. La quinta iglesia (1872-1879) fue completamente reducida a escombros durante la Batalla de Manila en 1945. La catedral actual (1954-1958), denominada oficialmente Basílica de la Inmaculada Concepción, es la sexta iglesia construida en el mismo emplazamiento.



En las últimas décadas la agencia gubernamental Intramuros Administration se ha encargado de la restauración y el desarrollo de la ciudad amurallada de Intramuros como sitio de interés histórico y principal atracción turística de Manila. Entre los numerosos trabajos realizados, ha llevado a cabo la rehabilitación de ejemplos notables de arquitectura colonial española de los siglos XVII, XVIII y XIX. Uno de estos ejemplos es Casa Manila, un museo que representa el modelo de arquitectura urbana que impusieron los españoles a su llegada.



Recorrer los patios y zaguanes de Casa Manila nos transporta por unos momentos a la época colonial. Además de ser un museo, los bajos de las viviendas se han habilitado con pequeños cafés y tiendas de souvenirs, para darle más vida al complejo.



Por último, el legado español en Manila no se limita sólo a Intramuros, es posible encontrar iglesias de la era colonial en cualquier rincón de la capital. El mejor ejemplo es la Iglesia de Malate, construida en el siglo XVI por los agustinos y dedicada a Nuestra Señora de Remedios, hasta contiene una imagen de la virgen María traída desde España en 1624.



La historia cobra vida en Manila. Si tenéis la oportunidad de viajar a Filipinas dejad por un día sus maravillosas playas y recorred durante unas horas el centro histórico de la capital, es una visita cultural muy recomendable.

jueves, 18 de febrero de 2010

El Nido, Palawan

Aeropuerto de Manila, 7 am del miércoles.

Después de un fugaz paso por la capital tras la estancia en Boracay daba comienzo otra gran aventura en Filipinas.



El sol empezaba a coger altura mientras volvíamos a surcar de nuevo los cielos de Filipinas en una avioneta de hélice con capacidad para 18 personas, esta vez rumbo a El Nido, Palawan.



Después de una hora de vuelo, el avión iniciaba su descenso y desde mi asiento alcancé a divisar el aeródromo de El Nido aproximándose. Y digo aeródromo por llamarlo de alguna manera, porque aquello donde íbamos a aterrizar era una miserable pista de tierra en mitad de la selva. Fue uno de esos momentos en los que piensas que "No, en peores plazas no hemos toreado..." y mientras observas como el pasajero de al lado se santigua te invaden sentimientos sobre el sentido de la vida y te dices a ti mismo que lo que te espera al llegar habrá hecho que merezca la pena el arriesgado viaje.



Y las cosas siempre salen bien, la avioneta toca tierra suavemente para el respiro y tranquilidad de los pasajeros, que al unísono rompen a aplaudir y a gritar gracias al piloto. Este, demostrando un punto de humildad, hace un gesto con la mano desde la cabina.



Bienvenidos a El Nido, la región situada más al norte de la isla de Palawan, al oeste de Filipinas. La última frontera.



El Nido está considerada como una de las maravillas de diversidad geológica y biológica más importantes de Filipinas, con denominación de reserva marina nacional protegida.



Algunos lo comparan con la Bahía de Ha Long en Vietnam o con Phi Phi en Tailandia, pero dada su excepcional situación geográfica, tan remota e inaccesible, el impacto del turismo apenas se nota y podría decirse que prácticamente está en estado virgen.



Nada más poner un pie en la playa al llegar a nuestro hotel se confirmaron nuestras sospechas, El Nido es un lugar increible.



Dejamos el equipaje en el hotel, tomamos un buen desayuno y nos fuimos a recorrer la costa en dirección sur a pasar el día.



Encontramos playas increibles completamente desiertas, no me canso de repetir que Asia está repleta de pequeños paraísos.



Después de una hora caminando llegamos hasta Dolarog Beach, una de las mejores postales que he contemplado jamás. El paisaje perfecto. De ahora en adelante, mi fondo de escritorio favorito.



Pasamos la tarde tumbados al sol en aquella maravillosa playa y al final del día llegó la hora de volver al hotel y disfrutar de uno de sus principales atractivos: las puestas de sol.



Frente a la alternativa clásica de buscar alojamiento en El Nido Town, elegimos hospedarnos en el Greenviews resort de Corong-Corong, a 3 km del pueblo. El viejo Dave había decidido abandonar su querida Gran Bretaña para terminar sus días viviendo en Filipinas; no se le ocurrió mejor plan de pensiones que montarse un resort en un punto estratégico con vistas al horizonte durante el atardecer, algo de lo que no pueden presumir los hoteles situados en El Nido Town, ya que están orientados hacia el norte.



El atardecer sucedió en un instante. Fueron unos minutos mágicos en los que el amarillo pasó a ser naranja, el naranja pasó a ser rojo, el rojo pasó a ser violeta y el violeta se convertía poco a poco en azul al caer la noche sobre Filipinas.



Tras aquel fantástico primer día en El Nido, nos esperaban dos días más en los que quisimos dedicarnos a ver islas y navegar por el mar en compañía de los becarios ICEX de Singapur de este año, fue una suerte compartir la experiencia con gente tan estupenda.



La región que rodea a El Nido está salpicada por un archipiélago de pequeñas islas de formación rocosa con playas desiertas en las que es posible desembarcar. Es el destino perfecto para practicar la actividad que se denomina island hopping o salto de islas.



A través de una agencia local contratamos de un día para otro uno de los tres tours dedicados a explorar las islas, denominados A, B y C. Cada uno de los tours ocupa todo el día y recorre un determinado número de islas y playas, incluye almuerzo. Lo cierto es que todos los puntos de interés son dignos de visitar, por lo que mi recomendación es disfrutar por lo menos de dos de los tres tours durante la estancia en El Nido, como hicimos nosotros, uno cada día.









A lo largo del recorrido por las distintas islas hicimos algunas paradas para practicar esnórquel y ver coral, peces y tortugas y también desembarcamos en alguna playa para disfrutar del momento en un entorno tan paradisiaco.



















El Nido es uno de esos pocos lugares en el mundo en los que el tiempo se detiene y al finalizar la estancia la sensación que deja es tan impresionante que sea cual sea el siguiente destino del viajero altera por completo su vida y lo sume en una profunda depresión por abandonar un lugar tan mágico. Hay que vivirlo.


Cómo llegar

No resulta nada fácil llegar a El Nido pero existen diferentes alternativas que combinadas pueden hacer del viaje una experiencia en sí misma.

La opción más cómoda es volar directo desde Manila al aeródromo de El Nido, Lio Airport, que ofrece servicio a dos compañias: ITI, Island Transvoyager Inc., que opera tres veces al día pero cuyo principal inconveniente es que el vuelo Manila - El Nido sólo puede reservarse con cinco días de antelación por teléfono o por correo electrónico, y SEAir, que opera sólo los lunes, miércoles y domingos pero permite reservar con antelación a través de su web. En ambos casos el viaje de ida cuesta 100€.



La otra opción es volar a Puerto Princesa, el principal aeropuerto de Palawan, que ofrece servicio a compañías como Cebu Pacific, Philippine Airlines y Air Philippines, con vuelos diarios desde Manila. Una vez en Puerto Princesa, hay que pasar por el horrible calvario de llegar por tierra a El Nido, la carretera que los une se encuentra todavía en construcción y se tardan 5 horas en furgoneta o 8 horas en autobús.

Así pues, no queda otra que decantarse por la opción cómoda pero cara, vuelo directo a El Nido por 100€, o por la otra opción más barata pero incómoda, volar a Puerto Princesa y sufrir 5 interminables horas circulando por una carretera en construcción hasta llegar a El Nido. Nosotros elegimos volar directos a la ida y regresar por carretera a la vuelta vía Puerto Princesa; nuestros bolsillos no hubieran soportado repetir la primera opción y nuestro ánimo no hubiera soportado repetir la segunda opción.

Para más información sobre cómo llegar a El Nido, podéis consultar esta web.