viernes, 30 de julio de 2010

Shodo, el camino de la escritura

Hoy hemos tenido nuestro último día de curso de japonés antes de las vacaciones de verano. Para celebrarlo de una forma amena y divertida los profesores han tenido el detalle de organizar una sesión de Shodō.

Shodō (書道) significa literalmente "el camino de la escritura". Es la disciplina japonesa que se encarga del estudio de la caligrafía. Por supuesto, en sus raíces proviene de la caligrafía China pero con la aparición del hiragana la rama japonesa pronto empezó a diferenciarse. En Vietnam también apareció una disciplina similar, el Ông Đồ, del que ya he hablado alguna vez.

Para practicar el arte del Shodō se necesita disponer de varios elementos. En clase nos han entregado un estuche que contenía todo lo necesario.



Arriba a la derecha se encuentra la barra de tinta sólida conocida como sumi, guardada en su estuche. Al lado está el suzuri o tintero de piedra, sobre el que se prepara la tinta. A continuación un pequeño bote para guardar agua. A la derecha un bote con un líquido acuoso que utilizaremos para obtener la tinta líquida a partir de la barra. En la parte de abajo hay una esterilla enrollada que contiene el pincel o fude y por último el pisapapeles con la que sujetar el papel sobre el que vamos a escribir.



Los pinceles, por lo general, están hechos con un palo de bambú y pelo de animal de cualquier variedad.



El procedimiento para obtener la tinta líquida con la que escribir pasa por, en primer lugar, echar el líquido en el tintero de piedra (agua también sirve). A continuación se moja la barra de tinta sólida y se frota la misma contra la parte plana del tintero, lo que produce que esta se deshaga y las partículas de tinta se mezclen con el líquido, dando lugar a tinta líquida.



El proceso dura unos 5 minutos, hasta que el líquido se vuelve lo suficientemente negro.



Ahora ya podemos mojar el pincel y comenzar a escribir. Lo haremos sobre cualquier papel blanco, grueso y absorbente, aunque el material tradicional utilizado es el papel de arroz o de bambú.



Los caracteres deben escribirse en el papel en columnas verticales en sentido de arriba a abajo y de derecha a izquierda. Por contra, la escritura horizontal de kanji se realiza de izquierda a derecha.



Algo que distingue el Shodō como un arte es que el calígrafo debe seguir un determinado orden a la hora de escribir los trazos de un kanji y dominar con gracia el pincel para conseguir terminar cada trazo de la manera precisa: bien en seco, bien dejando rastro del pincel o en gancho.



La práctica del Shodō requiere una gran disciplina y concentración y por ello está íntimamente ligada al zen. Antes de proceder a escribir el calígrafo tiene que liberar la mente y alcanzar un estado en el que los caracteres fluyen por sí solos, sin necesidad de realizar un gran esfuerzo para conseguir la precisión deseada.



Obviamente nosotros que somos unos principantes nos lanzamos al papel sin meditar ni leches y escribíamos los kanji como mejor podíamos, eso sí intentando prestar atención en el orden de los trazos y en la terminación de cada uno. Al final nos quedó una bonita colección de kanji.



La de hoy ha sido una actividad bastante gratificante. Por un lado los estudiantes hemos disfrutado del último día de clase de una forma entretenida y los profesores han conseguido que de alguna forma la sesión haya resultado útil ya que nos ha servido para repasar los kanji. Me ha parecido muy interesante, merece la pena que le eche un ojo a los clubs que hay en la Universidad por si hay alguno de Shodō al que pueda apuntarme. Sería una buena forma de estudiar los kanji. :-)

domingo, 25 de julio de 2010

Oarai Beach

El fin de semana pasado estuvimos en Oarai Beach.



Oarai Beach es una de las playas más famosas de Ibaraki, la prefectura donde vivo.



Desde Tsukuba a Oarai Town tardamos en llegar unas 2 horas en coche. Era el sitio más conveniente porque las otras opciones suponían pasar por Tokio y probablemente nos tocaría sufrir atasco, así que fuimos a lo que más cerca nos quedaba.



Fuimos el primer sábado después de terminar la temporada de lluvias en Japón y se notaba que mucha gente tenía ganas de sol y playa. La playa estaba abarrotada.



Las playas de Japón no son muy fabulosas que digamos, la arena es negra y pegajosa y el agua del Pacífico está helada, pero con la llegada del verano teníamos muchas ganas de pasar un día en la playa, nadar en el mar, tumbarnos al sol y relajarnos en definitiva. Oarai cumplía nuestras expectativas.



A la hora del almuerzo pude confirmar que ojo, ¡en Japón también hay chiringuitos! No sólo a los españoles nos gusta sentarnos a tomar una cerveza y a comer en un restaurante a pie de playa. No me esperaba para nada encontrar algo así en Japón, jeje.





Estuvimos todo el día tostándonos vuelta y vuelta al sol y entrando de vez en cuando al agua para refrescarnos pero como digo estaba helada. Al final del día ya empezaba a estar más buena el agua y apetecía quedarse dentro pero entonces pasó algo que no esperábamos: dieron las 5 de la tarde y ¡cerraron la playa!



Como os digo, en cuanto dio la hora los socorristas se metieron en el mar y empezaron a pedir amablemente a la gente que se saliera del agua y volviera a la arena.



Al momento, no quedaba nadie en el agua. La gente había vuelto a sus toallas, había recogido todo y se había ido a su casa.



La playa empezó a quedarse desierta.



Nosotros no entendíamos nada, todavía quedaban por lo menos 2 horas de luz y era el mejor momento del día para disfrutar del agua. No estábamos dispuestos a volvernos a casa tan pronto así que esperamos a que los socorristas se marcharan y volvimos a entrar al mar.

Fue el momento que más disfrutamos porque después de estar todo el día abarrotada ahora teníamos toda la playa para nosotros. Podíamos jugar a la pelota sin miedo a golpear a alguien y correr entre las olas sin tener que esquivar a la masa de gente que había por la mañana. Mi amigo Nick aprovechó para sacar la cámara y tomar estas fotos:











Agradecimos mucho haber ido a la playa ese día. Acabamos todos más rojos que un cangrejo pero mereció la pena.

viernes, 23 de julio de 2010

Terremoto



Dicen que lo mejor para empezar el día es un buen café y yo digo... mejor un terremoto. Esta mañana a las 6 me he despertado con un terremoto, uno de los intensos.

Los terremotos (じしん, jishin) son algo muy frecuente en Japón, suceden casi a diario en diferentes partes del país. Normalmente son de intensidad baja y apenas son perceptibles, pero en ocasiones ocurren terremotos de bastante intensidad que como en este caso consiguen despertarle a uno del sueño. Desde que llegué a Japón he llegado a sentir al menos cuatro terremotos, uno cada mes.

El terremoto de esta mañana ha tenido lugar a las 6:06am y su epicentro estaba localizado en Ibaraki, la prefectura donde vivo. Es decir, que me ha tocado muy cerca y por eso lo he sentido con mucha intensidad. Al momento de cesar el temblor, los amigos ya estábamos intercambiando impresiones por SMS en grupo.



Ha sido registrado en la Escala JMA (Japan Meteorological Agency) como un terremoto de grado 5.3 en su epicentro y de grado 4 en Tsukuba, donde yo vivo. A diferencia de la Escala Richter, que mide la energía liberada por un seísmo en su centro, la Escala JMA mide de 0 a 7 el grado de agitación en un punto de la superficie terrestre y el efecto que deja sentir en ese punto.



Así, por ejemplo, un terremoto como el de hoy, de grado 4 en Tsukuba, presenta las siguientes características (que he traducido de Wikipedia):

- Efecto en las personas: La mayoría de la gente intenta escapar del peligro. Algunas personas encuentran dificultad para moverse. La mayoría de la gente que duerme se despierta.

- Efecto en el interior de una vivienda: Los objetos que cuelgan se balancean considerablemente y los platos en el armario castañean. Los objetos en posición inestable pueden llegar a caerse.

- Efecto en el exterior: Se aprecia el balanceo en los cables del tendido eléctrico. El temblor puede sentirse incluso si se está en movimiento, si se está caminando o conduciendo un vehículo. Ocasionalmente, los cristales pueden llegar a quebrarse, las paredes de cemento sin reforzar pueden llegar a derrumbarse y las carreteras pueden llegar a sufrir daños.

- Efecto en el suministro vital: Los dispositivos de seguridad de algunas casas pueden cortar el gas. En raras ocasiones puede llegar a interrumpirse el suministro de agua y electricidad por daños en las instalaciones.

¿Y cómo lo he sentido yo? Pues como estaba durmiendo me he despertado sobresaltado y sentado en la cama he visto como la habitación entera se movía, la pantalla del ordenador oscilaba y la lámpara se balanceaba. Como no tengo estanterías ni apenas adornos no se ha caído nada.

Los primeros terremotos que viví nada más llegar a Japón los viví como algo novedoso y extraordinario, con cierto aire de diversión incluso. Sin embargo, conforme se han ido sucediendo los terromotos y la intensidad ha sido mayor la situación ha dejado de tener gracia y la sensación ha pasado a ser de impotencia; de quedarme quieto mientras observo como todo se mueve a mi alrededor sin saber qué hacer. El terremoto de hoy me ha llegado a acojonar (en parte porque me ha despertado) y he decidido que ya va siendo hora de tomarse en serio esto de los terremotos en Japón y saber cómo actuar en caso de que se produzca uno.



Lo primero que he hecho hoy al llegar a clase de japonés ha sido preguntar a la profesora qué hacer en caso de terremoto, qué procedimiento seguir. Ella nos ha explicado que cuando se produce un terremoto no da tiempo a pensar ni a llevar a cabo muchas acciones así que lo que se decida hacer tiene que ser rápido, mecánico y preciso. Nos ha dicho que lo fundamental es no quedarse atrapado y por ello hay que intentar abrir puertas y ventanas lo más rápido posible para que no queden bloqueadas por el marco si el edificio se derrumba. (Realmente es algo que no se me había ocurrido pensar...) A continuación, hay que proteger la cabeza por si el techo se cae, ya sea sujetando algo sólido por encima de la misma o metiéndose debajo de la mesa.

Como los terremotos son un fenómeno habitual en Japón, todos los japoneses reciben entrenamiento desde pequeños en la escuela: consejos básicos sobre protección antes de los terremotos y qué procedimiento seguir cuando tienen lugar; pero esto no significa que estén acostumbrados a los terremotos y que no se tomen en serio cada uno de ellos. Creo que yo debería empezar a hacer lo mismo.

Al final va a tener razón mi abuela, en Vietnam eran los tifones y en Japón los terremotos, como en España no se vive en ningún lado.

lunes, 19 de julio de 2010

Conducir en Japón

Al igual que hicimos para ir a Nikko, decidimos alquilar un coche para la excursión a Kamakura, una forma no muy habitual de viajar por Japón.



Nos habíamos juntado 7 amigos de la Universidad para la excursión y nos salía más rentable alquilar un coche que viajar todos en tren hasta Kamakura, sobre todo teniendo en cuenta que no partíamos desde Tokio sino desde Tsukuba. Dos de nosotros teníamos carnet de conducir internacional así que no había problema. Recuerdo que perdí toda una mañana en la Jefatura de Tráfico en Madrid para sacármelo antes de volver a Asia pero por ocasiones como esta mereció la pena.



Conducir en Japón es más fácil de lo que parece porque la mayoría de coches están equipados con GPS de serie (con opción de mostrar el menú en inglés) que nos indica el camino hasta el destino e incluso proporciona información en tiempo real sobre el estado del tráfico y recomienda alternativas más rápidas en caso de atasco. Y esto es así desde hace años, en este sentido nos llevan años de ventaja tecnológica. Aunque también hay que decir que sin GPS conducir sería una tarea casi imposible, sobre todo porque en Japón las calles no tienen nombre sino que para orientarse identifican las manzanas. El GPS aquí es algo imprescindible.



En el viaje de ida le tocó conducir al loco de Nick, mi amigo de Malasia. En el viaje de vuelta llegaría mi turno de ponerme al volante.



Partimos de Tsukuba sobre las 10 de la mañana, con buen ánimo y mucho optimismo por delante, teníamos muchas ganas de ver Kamakura. La carretera hasta Tokio estaba despejada de coches y después de unos días de lluvia el tiempo parecía que iba a mejorar, la previsión así decía.



Fue llegar al primer puesto de peaje, cuando no llevábamos ni 15 minutos en la carretera, y nos llevamos nuestra primera sorpresa: la policía nos detuvo.



Se trataba de un simple control rutinario: documentación en orden y comprobar que todos llevan el cinturón, pero fue toda una impresión para el policía parar un coche de 7 plazas lleno de extranjeros.



Muy amablemente el señor policía nos dejó continuar nuestro camino hacia Tokio. A lo lejos, ya empezaba a apreciarse Tokyo Sky Tree, la que se convertirá en la torre más alta de Tokio cuando finalice su construcción.



Al llegar a la altura de Tokyo Sky Tree nos encontramos un atasco terrible en Bayshore Route, la vía expresa (expressway) que cruza Tokio rodeando la bahía, pero como era el camino más corto hasta Kamakura no quedaba otra que aguantar.



Tras media hora de atasco la carretera se despejó y continuamos rumbo a Kamakura. Pasamos junto al Rainbow Bridge que lleva hasta Odaiba y atravesamos el túnel de Haneda.



Algo que no sabía y que me explicó Nick es que algunas autopistas de Tokio se contruyeron drenando ríos y canales que antes atravesaban la ciudad para aprovechar así su cauce como vía de circulación para vehículos.



Después de cruzar el túnel de Haneda llegamos a Yokohama.



Y cruzamos el espectacular puente sobre la Bahía de Yokohama.



Después de Yokohama llegaríamos a Kamakura. Primero aparcamos cerca de la estación de Kita-Kamakura para ver los templos Zen y por la tarde fuimos hasta la estación de Hase para ver el Gran Buda y el Hase-dera. Hasta tuvimos ocasión de conducir un tramo por la costa de Kamakura y abrir las ventanas para respirar la brisa marina.



Después de visitar Kamakura, al final del día tocaba volver a Tokio y era mi turno de conducir.



Antes de arrancar me tomé mi tiempo para acostumbrarme a lo que se me venía encima, las primeras impresiones:

- En Japón se conduce por la izquierda, lo que significa no sólo que el volante está a la derecha sino que los controles también están invertidos y al principio me hacía un lío con las luces intermitentes y el parabrisas.

- El coche que habíamos alquilado era automático así que había sólo dos pedales, no había embrague. La sensación de tener el pie izquierdo todo el tiempo sin hacer nada se me hacía extraña, como que me faltaba algo.

- Mirar los carteles indicativos en la carretera iba a servir más bien de poco, no tenía ni idea de la geografía de Tokio y alrededores. La experiencia es distinta a cuando conduces por España, aquí el GPS se convierte en la principal guía de conducción y los carteles de la carretera pasan a ser algo secundario a lo que apenas prestas atención. Hay que estar atento a cada instrucción que dice la señorita del GPS y echarle un vistazo a la pantalla cada dos por tres para ver el carril en el que tienes que situarte.

Tras los primeros minutos de confusión empecé a cogerle el truco y a disfrutar de la experiencia.



Según nos acercábamos a Tokio la carretera se convertía en una autopista elevada y circulábamos a varios pisos de altura del suelo, rodeados de edificios a cada lado. Un punto de vista de Tokio diferente del que tienes cuando andas por la calle.



Conducir por aquellas autopistas elevadas no se parecía a nada que hubiera visto antes... salvo a los videojuegos. Conducir por Tokio me hacía sentir por momentos como si estuviera jugando al Ridge Racer, mi juego de coches favorito. :-)



Las luces de noche, los rascacielos a un lado y al otro de la autopista, el asfalto que cambia de color y de peralte en algunos tramos para avisar del peligro de curva cerrada, el número de carriles que varía constantemente, las autopistas que se cruzan entre sí a distintos niveles a varios metros del suelo, ... una pasada. Entiendo que por las noches estas carreteras se conviertan en el escenario de auténticos circuitos urbanos de hashiriya o carreras ilegales de coches en Tokio.



El camino de vuelta hasta Tokio terminaba en Shibuya y sí, pasamos en coche por el famoso cruce de Shibuya para aparcar cerca del edificio 109. La idea era dejar el coche por unas horas para salir de fiesta por Tokio y volver a Tsukuba a la hora que nos diera la gana sin depender del metro ni del tren, que a partir de la medianoche cierra.



En conclusión diré que conducir por Japón es una experiencia que me ha gustado, en especial conducir de noche por las autopistas elevadas de Tokio. Para terminar, os dejo con el mítico episodio de Top Gear en el que organizan una carrera por el país nipón enfrentando un Nissan GT-R y el tren bala, y en el que demuestran que conducir por Japón es total.

Ais... como me gustaría traerme mi Yaris de España.

viernes, 16 de julio de 2010

Kamakura - el Gran Buda y Hase Dera

Después de visitar los templos Zen de Kita-Kamakura por la mañana, estuvimos recorriendo por la tarde los alrededores de la estación de Hase, la otra zona interesante de Kamakura.



El Gran Buda

Lo primero que hicimos al llegar a esta zona de Kamakura fue visitar la atracción más conocida, el Gran Buda o Daibutsu, en el Templo de Kotoku-in.



Esta enorme estatua de bronce de Buda fue construida en 1252 y al principio estaba cubierta. Sin embargo, en 1498 un tsunami arrasó el templo que contenía la estatua y esta ha sobrevivido expuesta a la intemperie hasta nuestros días.



La estatua mide aproximadamente 13 metros y pesa unas 90 toneladas. Es la segunda estatua de Buda más grande de Japón. Impresiona bastante.



El Templo de Kotoku-in tiene poco más además de la estatua del Gran Buda, así que fue llegar, hacerse la foto y continuar viendo cosas.

Hase-dera

La siguiente parada fue Hase-dera, el templo budista dedicado a la diosa Kannon, la diosa de la misericordia. Está a cinco minutos caminando desde la estatua del Gran Buda.



Lo que más me impactó de este templo fue contemplar las miles de pequeñas estatuas en honor a los seres queridos fallecidos. Una atmósfera cargada de mucho silencio y respeto.







En la parte alta del templo, situado sobre una colina, está el Kannon-do, el edificio donde se halla la estatua dorada de Kannon, la estatua de madera más alta de Japón, con 10 metros de altura. Se dice que fue esculpida en el año 721 a partir de un árbol alcanforero junto con una segunda estatua gemela que se trasladó a Nara.



Desde arriba de la colina se tienen unas buenas vistas de la Bahía de Kamakura.



Nos gustó tanto volver a ver el mar después de tanto tiempo que bajamos corriendo hasta la playa a meter un pie en el agua. La playa de Kamakura no es gran cosa pero siempre es agradable pasar un rato junto al mar.



Como veis Kamakura tiene muchas atracciones interesantes, sobre todo para los que disfrutan admirando templos. Es una excursión perfecta para pasar el día y está a escasas horas de Tokio.