jueves, 31 de marzo de 2011

Ko Phi Phi

—Fue la playa ¿Lo pillas? La playa, era... demasiado hermosa, demasiadas sensaciones, no podía controlarlas, me desbordaban, me desbordaban —decía, moviendo las manos de forma nerviosa—. Verás, está en una isla, y esa isla es... es perfecta, hablo de la pura perfección ¿Sabes? No me refiero a eso de ¡qué bonita! Joder, es auténtica ¿Vale? Perfecta, es... es como una laguna, una laguna con mareas custodiadas por acantilados —se podía percibir un brillo en sus ojos—. Totalmente secreta, jodidamente prohibida. Nadie puede ir nunca, nunca, nunca, nunca, ... nunca. Pero unas cuantas personas consiguieron llegar, hombres y mujeres con ideales ¿Me sigues? No estoy hablando de los típicos turistas gilipollas ¿Crees en ese lugar?
—No, pero vas a decirme que existe, ¿verdad?
—Qué coño importa lo que yo piense, depende de ti.




La última parada de mi viaje por el sudeste asiático me llevó hasta Ko Phi Phi con mi amigo Dani.



Phi Phi es un pequeño archipiélago en el mar de Andamán compuesto por cuatro islas. La mayor de todas, y la única habitada, es Ko Phi Phi Don. En el centro de la misma se encuentra el pueblo de Ton Sai, aquí se alojan los cientos de turistas que llegan cada día en ferry desde tierra firme y otras islas de Tailandia. A un lado queda el puerto y al otro una enorme playa. La playa es sencillamente espectacular, aunque quizás conviene no quedarse demasiado tiempo aquí ya que lo mejor de Phi Phi sólo puede verse a bordo de una barca Long Tail.



El itinerario suele comenzar por algunas de las calas de Ko Phi Phi Don accesibles únicamente desde el mar.











Si disponemos de tiempo estas calas son estupendas para practicar snorkeling. En numerosos puntos junto a la costa hay coral y abundantes peces de colores.





Tras rodear Ko Phi Phi Don, el circuito nos puede llevar por alguna de las dos pequeñas islas al norte, Bamboo Island y Mosquito Island, aunque ciertamente no hay mucho que ver en estas.



La estrella del conjunto de islas es sin duda Ko Phi Phi Le, al sur del archipiélago.



Antes del año 2000 la isla permanecía intacta, con toda su vegetación virgen. Fue con el rodaje de la película La Playa (2000) cuando Ko Phi Phi apareció en el mapa, y desde entonces centenares de turistas han intentado seguir los pasos de Leonardo Di Caprio hasta la playa prohibida. En 2004 la isla se integró como parte del Parque Nacional de las Islas Phi Phi, y con vistas al turismo, esta se acondicionó para los visitantes. Pasó entonces de ser un paraíso virgen a un paraíso turístico.





La bahía principal de Ko Phi Phi Le es Maya Bay, es el escenario que aparece en la película.



Tras el estreno de la cinta, Maya Bay saltó a la fama y desde entonces sufrió la llegada constante de barcos con turistas a bordo hasta el punto de poner en peligro la naturaleza de la isla.







Al ser un Parque Nacional no se permite pasar la noche en Ko Phi Phi Le, así que los visitantes únicamente suelen quedarse un rato en Maya Bay antes de continuar su trayecto a otro punto del archipiélago. Algo curioso y que no todo el que llega sabe es que si nos adentramos en la vegetación de la playa podemos llegar a la otra cara de la isla.



La otra bahía destacada de la isla a la que se puede acceder en barca es Pileh, un impresionante paisaje formado por una laguna de aguas turquesas de poca profundidad rodeada de acantilados de roca caliza.







Al final del día, el itinerario por las islas suele terminar regresando a Ko Phi Phi Don en un tranquilo paseo mientras se contempla la puesta de sol, aunque ese día no fuimos muy afortunados.



Lo cierto es que Ko Phi Phi es un lugar precioso pero la masiva afluencia de turistas le resta un poco de encanto, sobre todo si uno se aloja en Ko Phi Phi Don, siempre tan atestada de mochileros. En mi opinión, sería más recomendable buscar alojamiento en otros lugares de la provincia de Krabi más tranquilos como Railay y desde allí hacer la excursión a las islas Phi Phi.



De cualquier forma, Tailandia es un país que cautiva a los viajeros del sudeste asiático por su gran abanico de rincones paradisiacos, Ko Phi Phi quizás sea el más famoso de ellos.

martes, 29 de marzo de 2011

Sobrevivir al aburrimiento en Singapur: Bukit Timah

Singapur es una pequeña isla en el extremo sur de la Península de Malasia. Está considerada una ciudad-estado. Con apenas 707 km² es el país más pequeño del Sudeste de Asia y el segundo país con más densidad de población en el mundo.



La ciudad es bonita, moderna y práctica para vivir, sin embargo para algunas personas residir en una ciudad que ocupa la totalidad del territorio nacional supone un agobio y un problema, ya que escapar de la ciudad implica salir del país y cruzar sus fronteras. Estas limitan con Malasia al norte e Indonesia al sur con sendos estrechos de por medio.

Está claro que uno no puede andar cruzando las fronteras cada fin de semana como el madrileño que va a la sierra a tomar el fresco, y al mismo tiempo tampoco puede quedarse permanentemente en esa jungla de asfalto 24/7 sin acabar volviéndose loco. Algo tiene que tener Singapur para que sus habitantes no terminen perdiendo la razón y puedan desconectar llegado el fin de semana. Con ayuda de mis amigos Mike y Dani, residentes en Singapur, me propuse descubrirlo durante mi estancia en Marzo.

Sobrevivir al aburrimiento en Singapur: Bukit Timah



Bukit Timah es una colina situada en el centro de la isla principal de Singapur. Aquí se encuentra la Reserva Natural de Bukit Timah, un área de extraordinario valor natural por su extensión de bosque primario, una variedad de bosque cada vez más escasa en el mundo. Para que os hagáis una idea, en España no quedan ya bosques primarios. Las grandes reservas se encuentran únicamente en la Amazonia de Brasil, en el Congo, en Siberia, en la Patagonia y en Indonesia, pero todas ellas están en seria amenaza por la deforestación.



Se considera bosque primario aquel bosque que ha permanecido intacto a lo largo de la historia, es decir, que nunca ha sido explotado ni influenciado por el hombre. También se denomina bosque virgen. No todos los bosques antiguos son bosques primarios, aquellos que fueron regenerados hace mucho tiempo sobre un bosque destruido o explotado por el hombre se denominan bosques secundarios. Se piensa que la regeneración completa de un bosque secundario puede llevar hasta 800 años. A pesar de la regeneración, estos no llegarán nunca a tener el mismo grado de biodiversidad que los bosques primarios, o sea de riqueza de especies. De ahí su incalculable valor.



El conjunto de reservas naturales de Singapur contiene 252 hectáreas de selva primaria y 1560 hectáreas de selva secundaria. La mayor parte del bosque primario está localizado en Bukit Timah y en MacRitchie Reservoir. Caminar por el interior de estas maravillas es una oportunidad excepcional de entrar en contacto con la madre naturaleza, pero hacerlo además sin el engorro de tener viajar hasta el corazón de la Amazonia o del Congo sino en una de la ciudades más modernas del mundo lo convierte en una oportunidad única que ningún visitante debería dejar pasar.



Para llegar hasta la Reserva Natura del Bukit Timah se puede coger cualquier autobús urbano que circule hasta Upper Bukit Timah Rd. Se tardan unos 45 minutos desde el centro urbano de Singapur. Una vez bajados del autobús, hay que caminar un poco hasta la entrada de la reserva, donde hay un centro de información. El acceso a la reserva es gratuito.



El centro de información es a la vez un museo natural, con guías y explicaciones detalladas sobre los tipos de bosques selváticos y el tipo de vegetación que podemos encontrarnos. Destacaría la sección del museo dedicada a las técnicas de reproducción natural que han desarrollado los árboles de las selvas ecuatoriales, cuyas semillas son capaces de propagarse con el viento decenas de metros gracias a la estructura de sus hojas. La naturaleza es muy sabia.



A la entrada de la reserva ya nos topamos con los primeros elementos característicos de la fauna selvática: los monos.



Los monos, siempre graciosos a la par que agresivos, son los reyes del lugar. Una de las normas más estrictas de la reserva natural es que está prohibido dar de comer a los monos y se recomienda no enseñar bolsas con alimentos en frente suyo. Lo único que se consigue con ello es alterar su comportamiento y que se acostumbren a depender de los humanos a la hora de conseguir alimentos, en lugar de hacerlo por si mismos. Esta y otras normas relativas a la interacción con la flora y la fauna de la reserva natural están fuertemente penalizadas y ya sabemos que Singapur no es un estado que se ande con tonterías en cuestiones legales.



Desde el centro de información parten las diferentes rutas de senderismo por el interior de la reserva. Los caminos están bien señalizados y cada cierto número de metros encontraremos mapas de localización. Es complicado perderse, pero aunque así fuera no debe cundir el pánico, seguimos estando dentro de una ciudad.



La mayoría de las rutas terminan en la cima de la colina de Bukit Timah. Se distinguen por colores dependiendo del grado de dificultad, determinado por la longitud del trayecto, los ángulos de las subidas y bajadas y la calidad del sendero: artificial o natural. Además de rutas de senderismo existen también rutas para bicicletas, aunque no existe la posibilidad de alquilar una in situ.



La ruta más sencilla y accesible transcurre por una carretera asfaltada bien amplia y de escasa pendiente. Se tarda en llegar hasta la cima una media hora. Por el camino puedes cruzarte con algún anciano chino que camina marcha atrás, una costumbre que he visto en otros países de Asia y nunca he llegado a comprender del todo.



Al cabo de unos metros tras la salida, las rutas comienzan a dividirse y es decisión del excursionista tomar un camino u otro. Yo tenía todo el día por delante así que procuré tomar las rutas más largas, a la ida y a la vuelta



Según nos adentramos en la reserva por las rutas más difíciles el camino se torna más estrecho y abrupto, con algunos tramos empinados que te hacen sudar la gota gorda. Las condiciones de calor y humedad son extremas así que hay que ir bien hidratado. No hay máquinas expendedoras ni fuentes de agua más allá del centro de información.



Por el camino vamos viendo las diferentes variedades de árboles de una selva ecuatorial. Algunos son de una apariencia majestuosa y han adquirido formas caprichosas con el paso del tiempo.





En general, la vegetación a los lados del camino es exuberante. Una de las características de los bosques primarios es que son prácticamente impenetrables por la densidad de árboles y plantas. Las raíces sobresalen del suelo, las lianas caen desde el cielo y las ramas de los árboles se entremezclan entre sí cerrando cualquier acceso. Como si el bosque intentara protegerse.



Aunque hoy en día cueste imaginar, en el pasado esta selva se encontraba infestada de tigres. Unas cuantas décadas atrás no hubiéramos sobrevivido ni 10 minutos caminando por allí. Se cuenta que los primeros colonos británicos escuchaban horrorizados sus temibles rugidos durante el crepúsculo y en lo posible evitaban adentrarse en el interior de la isla. Con el tiempo, la afición a la caza terminó mermando la población de tigres hasta su extinción. En la actualidad, el tipo de fauna que nos encontramos en esta selva es menos peligrosa...



La cima de Bukit Timah está a 30 y 60 minutos de alcance dependiendo de la ruta seleccionada.



La colina representa el punto más elevado de Singapur, con 163 metros de altura. El primer hombre que llegó hasta aquí lo hizo en 1827 tras 5 horas de abrirse paso por la selva.



Junto a esta gran piedra con una inscripción hay una caseta para descanso de los excursionistas.



El camino de regreso lo hice por la otra ruta más larga, en su mayor parte sendero natural, a la caza (con los ojos) de alguna mariposa o alguna planta curiosa.



Sin nada más que selva a tu alrededor, en ese momento te sientes como un explorador alejado del mundo urbano, algo cada día más complicado en estos tiempos que corren. Es un buen lugar para meditar.



Como podéis ver, Singapur posee una interesante oferta de naturaleza a disposición de sus habitantes. No hace falta irse demasiado lejos para desconectar del bullicio de la gran ciudad y pasar unas horas rodeado de selva virgen.

Si queréis obtener más información sobre la Reserva Natural de Bukit Timah u otras reservas o parques naturales de Singapur para vuestro próximo viaje os recomiendo visitar esta página.

lunes, 28 de marzo de 2011

Sobrevivir al aburrimiento en Singapur: Sentosa

Singapur es una pequeña isla en el extremo sur de la Península de Malasia. Está considerada una ciudad-estado. Con apenas 707 km² es el país más pequeño del Sudeste de Asia y el segundo país con más densidad de población en el mundo.



La ciudad es bonita, moderna y práctica para vivir, sin embargo para algunas personas residir en una ciudad que ocupa la totalidad del territorio nacional supone un agobio y un problema, ya que escapar de la ciudad implica salir del país y cruzar sus fronteras. Estas limitan con Malasia al norte e Indonesia al sur con sendos estrechos de por medio.

Está claro que uno no puede andar cruzando las fronteras cada fin de semana como el madrileño que va a la sierra a tomar el fresco, y al mismo tiempo tampoco puede quedarse permanentemente en esa jungla de asfalto 24/7 sin acabar volviéndose loco. Algo tiene que tener Singapur para que sus habitantes no terminen perdiendo la razón y puedan desconectar llegado el fin de semana. Con ayuda de mis amigos Mike y Dani, residentes en Singapur, me propuse descubrirlo durante mi estancia en Marzo.

Sobrevivir al aburrimiento en Singapur: Sentosa



Sentosa es un pequeña isla situada al sur de la ya de por si pequeña isla de Singapur.



Dada su localización geográfica, en el pasado Fort Siloso componía una de las principales defensas militares de Singapur. Durante la Segunda Guerra Mundial y la ocupación japonesa sus playas se tiñeron de sangre de prisioneros de guerra. En 1972 pasó a llamarse "Pulau Sentosa", la isla de la paz y la tranquilidad en malayo. En la actualidad, lejos de ofrecer aquello que su nombre significa, el islote de apenas 5 km² es en realidad un parque de atracciones gigante destinado al ocio y entretenimiento de los habitantes de Singapur, aunque si bien es cierto contiene algunas playas y campos de golf que invitan al relax.



Se puede acceder a la isla bien por carretera o en el monorail Sentosa Express desde la zona de HarbourFront, y también en teleférico desde el Monte Faber. El monorail es la opción más cómoda, ya que se puede tomar en el centro comercial VivoCity que conecta con la red de metro.



Parte de la isla está destinada al Resort World Sentosa, un complejo que integra hoteles de lujo, restaurantes de todas las cocinas del mundo, numerosas tiendas y todos los entretenimientos que uno pueda imaginar, hasta un casino. El dinero es lo que mueve Singapur.





Aquí se encuentra también el parque temático Universal Studios Singapore.





Puedes pasar perfectamente todo un día de diversión con la cantidad de atracciones que hay sumando las de Resort World Sentosa e Imbiah Lookout, sobre todo yendo en familia.



No obstante, no quise entretenerme demasiado porque me interesaba llegar hasta la otra parte de la isla, la de las playas. La costa suroeste del islote se compone de un cinturón de 3 km de playas artificiales construidas con arena regenerada comprada a Indonesia y Malasia. El cinturón comienza con la afamada Siloso Beach.



Esta playa es una de las zonas de ambiente nocturno de Singapur, con bares de terraza y discotecas de inspiración ibicenca como Café del Mar. También es el lugar en el que se celebra todos los años el festival Zoukout. Curiosamente, la primera vez que vine a Singapur en Diciembre de 2007 fue para asistir a este festival de música electrónica; fue uno de los mejores cumpleaños que recuerdo. Cada día hasta la caída del sol al atardecer los clubs no suben el volumen de la música house, por lo que durante la mañana se está bastante tranquilo tirado en la arena leyendo un libro a la sombra de una palmera y entrando en el mar a refrescarse de vez en cuando. Quién diría que esta imagen corresponde a Singapur.



Eso sí, el mar no es que sea gran cosa, siendo sinceros. El horizonte de barcos atracados a la espera de cargar y descargar en el mayor puerto comercial del mundo no es quizás el escenario más idílico para una playa de clima ecuatorial.



A mucha gente le da repelús bañarse en el mar de Singapur, por aquello de la basura y la contaminación que proviene de los barcos, aunque las autoridades aseguran que es seguro meterse en el agua y en mi opinión el agua está limpia a simple vista. Vamos, que yo me metí a nadar y no me morí del asco.



Después de pasar unas horas tirado en la toalla, le entra a uno el hambre. Por fortuna no hay que irse muy lejos para almorzar, durante el día los bares de playa ofrecen menús a precios asequibles con la posibilidad de tomarse una coca cola o un zumo recién exprimido acostado en una tumbona mientras se contempla el ajetreo de la flota marítima. Al final resulta entretenido y todo ver a los enormes barcos pasar unos junto a otros.



A continuación de Siloso Beach está Palawan Beach, una playa destinada a la diversión familiar. En mitad de la playa hay un curioso puente colgante que comunica con un lugar de especial interés.



Se trata del punto que señala Sentosa como el extremo más al sur del continente asiático, es decir, de la plataforma continental de Asia. Más al sur quedan la línea del Ecuador y las islas que conforman Indonesia.







Cada vez más lejos, hasta uno de los extremos del continente asiático.



Después de Palawan Beach está Tanjong Beach, una playa más apartada y relativamente tranquila, aunque a veces se utiliza para eventos especiales o fiestas.

Como veis, Sentosa tiene mucho que ofrecer no sólo a los habitantes de Singapur sino a los visitantes también, horas de diversión en sus infinitas atracciones y de descanso en sus playas artificiales por el día, buenos cócteles y ambiente de música house por la noche.

Un oasis de ocio y distracción a las afueras de la ciudad de los rascacielos.