miércoles, 19 de junio de 2013

Koh Rong

Hace un par de semanas estuve en la isla de Koh Rong, en Camboya.



Ha sido mi primera escapada desde que estoy en Vietnam. Después de dos meses atrapado en Saigón tenía ganas de salir de la ciudad y despejarme pero no estaba para muchos gastos, así que me pillé un bus infernal de 10$ a Phnom Penh donde me encontraría con mi amigo Dani, buen compañero de aventuras con el que viajé a El Nido en Filipinas o Raja Ampat en Indonesia, antes de partir hacia la costa.



Era la primera vez que cruzaba una frontera internacional por tierra y no dejó de ser una experiencia curiosa. A medio camino todos los pasajeros entregamos nuestro pasaporte al copiloto del autobús junto con los 25$ que cuesta el visado a Camboya. Al detenernos en la frontera este salió corriendo para agilizar el trámite con los oficiales de inmigración y según íbamos llegando pasábamos uno a uno. El proceso fue bastante rápido, a los diez minutos ya estábamos en el lado camboyano subiendo al autobús para continuar la travesía.



En Phnom Penh me encontré con Dani y allí pillamos una furgoneta menos infernal a Sihanoukville por unos 10$ que tardó casi cinco horas en llegar a la costa. El plan era hacer noche allí y a la mañana siguiente temprano coger el ferry a Koh Rong, que está unos 25 km hacia el interior del Golgo de Tailandia. Queda muy cerca de Phú Quốc, una isla que en su día fue motivo de disputa territorial entre Vietnam y Camboya y a la que he ido en otras ocasiones.



Pillamos el ferry a través de la agencia Koh Rong Island Travel, situada cerca de la rotonda de los dos leones dorados, la principal referencia en Sihanoukville. Nos costó 5$ el trayecto de ida y vuelta. Doy los precios en dólares americanos porque a pesar de que Camboya tiene el riel como divisa propia es muy común el pago con dólares, a razón de 4.000 rieles por dólar.



El ferry tardó dos horas, que sumadas a las seis del autobús desde Saigón y las cinco de la furgoneta desde Phnom Penh se me hicieron interminables. Pero bueno, como he dicho no estaba para muchos gastos así que digamos que fue una escapada low cost en toda regla. Camboya es un país muy popular entre los mochileros que viajan por el sudeste asiático ya que los gastos de alojamiento, comida y transporte son ridículamente baratos.



Koh Rong tiene varias playas, aunque no hay carreteras interiores y sólo algunas de ellas son accesibles por ferry. Casi todo el mundo se dirige a la playa más popular, Koh Touch. Aquí se congrega la mayor oferta turística de la isla. Hay alojamiento en otras playas más solitarias, pero los hoteles son más exclusivos y están más orientados a escapadas románticas de lujo. Koh Touch, en cambio, es el destino perfecto para los mochileros ya que proporciona alojamiento barato y un ambiente animado por la noche.



Koh Rong se define como un destino turístico sostenible, en la medida en que se intenta que las construcciones no causen un gran impacto en el medio ambiente. Como consecuencia de ello, casi todas las cabañas están fabricadas con madera y hojas.



A mí personalmente esta política de desarrollo me parece fantástica ya que se consigue respetar la naturaleza y el ecosistema de la isla a cambio de sacrificar algunas comodidades como el agua potable, la electricidad por la noche sin ventiladores ni aire acondicionado y unas paredes con aislamiento fresco que obligan a dormir con mosquitera.



Nosotros estuvimos alojados en los bungalows de Coco's, que están nada más salir del embarcadero y ofrecen precios bastante asequibles (entre 10-25$). Además suelen tener disponibilidad para reservar en el momento.



No están nada mal pero después de dar una vuelta por alrededor os recomendaría mejor Treehouse, un resort de cabañas construidas sobre árboles en primera línea de playa y alejadas del trasiego del puerto. Un lugar perfecto para relajarse, leer un buen libro y disfrutar del mar. Quizás aquí si que tengan problemas de disponibilidad, por lo que mejor reservar con antelación.



El puerto y la mayoría de resorts quedan a un lado de la playa, por lo que el resto de Koh Touch está prácticamente desierto y se puede decir que el entorno es casi paradisiaco.



Además de tumbarse en el arena y tostarse al sol uno puede bañarse en sus aguas cristalinas y practicar snorkel. También buceo, ya que hay una escuela que alquila material y dispone de instructores para hacer inmersiones y sacarse la certificación PADI. Otra de las actividades recomendadas es alquilar una barca y hacer "island hopping" alrededor de Koh Rong. Dicen que hay un par de islotes que contienen templos budistas.



Por último, también se puede hacer trekking por el interior de la isla. Una de las rutas más interesantes es la que lleva de Koh Touch, en la parte sudeste de la isla, a Broken Heart Beach, localizada en la parte sudoeste. Es un trekking de casi una hora que requiere una buena forma física y calzado apropiado ya que es necesario trepar y escalar por las rocas. Afortunadamente, el camino está marcado con señales y en algunos puntos hay cuerdas fijas para ayudar en el descenso. Yo recomendaría también echarse bien de antimosquitos porque hay tramos en los que atraviesas la jungla espesa y al atardecer hay mosquitos rondando. No hay que preocuparse demasiado por la malaria ya que en principio no es endémica por la zona de Sihanoukville y las islas de alrededor.



Al descender por la otra cara de la isla llegamos a una playa virgen, Broken Heart Beach. Podría decirse que es una de las últimas playas salvajes de Asia junto con Bãi Sao (Star Beach) en Phú Quốc.



La arena es blanca y el agua es de color azul claro y tiene escasa profundidad, por lo que puedes caminar hasta el infinito. Simplemente hay que tener en cuenta que al tratarse de una playa salvaje nadie se encarga de limpiarla y todo lo que el mar deposita, allí se queda.



A un lado de la playa sobre unas rocas hay un resort con unas cabañas de madera. No parecía que en ese momento hubiera ningún huésped por lo que no sabemos si estaba abandonado o simplemente cerrado en temporada baja. Le daba un aire aún más misterioso a la playa escondida.



Aunque el cielo no acompañaba el baño fue bastante agradable. Lo único que hubiera sido mejor ir por la mañana para no andar pendientes del reloj y que no se nos hiciera de noche para recorrer el camino de vuelta a Koh Touch, ya que con poca luz resulta imposible salir de allí.



Esa tarde no había más presencia en la playa que nosotros y un grupito de mochileros. El resto de la playa estaba completamente vacía. Dani grabó un vídeo que podéis ver a continuación.



Broken Heart Beach es un paraiso que tarde o temprano terminará explotándose con fines turísticos, aunque esperemos que se haga de acuerdo con esa política de sostenibilidad con el medio ambiente de la que hablaba antes.



Para finalizar me gustaría hacer una advertencia seria. Al tratarse de una playa virgen y poco frecuentada por personas, en la orilla de Broken Heart Beach hay multitud de sandflies o moscas de arena. Se trata de pequeños bichos apenas visibles al ojo y cuya picadura no se nota en el momento pero luego es tremendamente insufrible ya que durante una semana no deja de picar. El repelente antimosquitos no nos sirvió de nada y nos arrepentimos de no haber seguido las indicaciones de los locales, que recomiendan untarse el cuerpo con aceite de coco. Me hubiera salvado de estar toda la semana siguiente aguantando el molesto picor.

Quitando eso, la visita a Koh Rong fue bastante satisfactoria y recomendaría esta isla a aquellos que busquen un destino poco masificado, barato y accesible en el sudeste asiático.

martes, 11 de junio de 2013

Pescadores en Phnom Penh















Familia de pescadores en el río Mekong a su paso por Phnom Penh, la capital de Camboya.

lunes, 3 de junio de 2013

Xin Chào Vietnam

Han pasado casi dos meses desde que me fui de Japón y llegué a Vietnam. Se dice pronto dos meses pero para mí este tiempo ha pasado volando. He estado bastante liado y por fin encuentro un momento para reflexionar sobre lo que ha supuesto este cambio.



Algunos de vosotros, sobre todo mis amigos más cercanos, os preguntaréis cómo he vivido el regreso a Saigón después llevar tanto tiempo añorando esta querida ciudad. Vine por primera vez en 2007, por azares del destino más que por decisión propia, pero el caso es que durante el año que estuve aquí destinado viví un montón de experiencias que me marcaron profundamente. Marcharme de Vietnam fue una idea terrible y en su día me arrepentí, pero al final he conseguido encontrar el camino de vuelta y aquí estoy de nuevo, dispuesto a comenzar una segunda etapa.



No mentiré si os digo que aunque tenía muy claro que quería regresar, también tenía cierto miedo a que después de tantos años la ciudad hubiera cambiado demasiado o la ausencia de ciertas amistades hicieran que nada fuera a ser lo mismo. Al final mis expectativas no sólo se han cumplido sino que además se han visto superadas. ¡Me siento muy feliz de estar de vuelta!



La ciudad ha cambiado, en efecto, pero a mejor. La vida es ahora más fácil que hace cinco años. El desarrollo ha llegado aquí poco a poco y ya apenas se echan en falta las comodidades de occidente. No obstante, a Ho Chi Minh City aún le queda mucho para poder compararse con sus vecinas Bangkok o Manila, y más lejos queda Singapur. Pero esta ciudad tiene algo especial, una esencia y un carácter distinto de las demás y que enamora a sus visitantes.



Quizás sea porque deseaba mucho volver aquí, pero Saigón me parece más bonita que nunca. El casco antiguo del distrito 1 llevaba años en reforma y ha quedado magnífico. La ciudad recupera el esplendor de sus años de herencia francesa con los edificios de arquitectura clásica al final de Lê Lợi en el cruce con Đồng Khởi y Nguyễn Huệ, que contrastan con los modernos rascacielos de cristal que se elevan por encima de las nubes en lo que denominará el centro financiero.

Vietnam continúa siendo el régimen comunista que se instauró tras finalizar la guerra con EEUU, pero en contra de lo que vaticinaron algunos el modelo socialista ha traído el progreso a este país. Aunque todavía hay algunas desigualdades sociales y un fuerte contraste entre ricos y pobres, el camino emprendido va en la dirección correcta.



El día a día en la ciudad no es muy diferente del que conociera años atrás. La construcción de la red de transporte público es lenta y va con retraso así que la moto sigue siendo el principal medio para moverse. La motocicleta, que con el tiempo ha terminado convirtiéndose en un elemento intrínseco de Vietnam, en el fondo es una medida necesaria mientras el gobierno siga poniendo trabas a la importación de coches debido a la carencia de infraestructuras. A este paso, Vietnam podría ser uno de los países del mundo donde sus habitantes pasen de utilizar bicicletas y motos a moverse en transporte público sin tener que pasar por el coche, un tipo de vehículo poco eficiente para países densamente poblados.



Ir en moto te da bastante libertad, no dependes de horarios y puedes llegar hasta donde quieras y aparcar donde puedas. Lo único malo que le veo es la lluvia. Desde Mayo hasta Noviembre tenemos temporada de lluvias al sur de Vietnam y conducir con lluvia es un engorro, especialmente si las calles se inundan. No obstante, el fenómeno es previsible y ocurre sólo a ciertas horas del día y durante un rato. Puedes adelantar o retrasar la salida de la oficina según veas que va a empezar a llover. Luego escampa y por la noche suele estar despejado, lo cual es maravilloso porque raras veces ves comprometidos tus planes de salir de fiesta a causa del tiempo.



Y hablando de salir de fiesta, la política local de ocio nocturno parece que se ha relajado y ahora hay muchas más discotecas y clubs en Saigón que abren "until late". Curiosamente hay más oferta pero la agenda de muchos sigue marcada por los garitos de siempre: el Lush, el Apo y el Go2. La gran novedad es que la vida social se extiende más allá del fin de semana y continúa la noche de los martes, cuando toca Ladies Night y se sale a tope.



Cuento con buenas amistades para salir de fiesta. Españoles que conocí a través de viejos amigos y que se han convertido en mi nueva familia. Tenerles a ellos ha sido un apoyo importante para readaptarme de nuevo, aunque tampoco es que me esté costando demasiado. Recordar el idioma facilita también las cosas. Mi oído se va acostumbrando a procesar las cadenas de monosílabos y he recuperado la fluidez que tenía, aunque mi vocabulario es bastante limitado y cuando saque tiempo me gustaría seguir aprendiendo vietnamita.

La mayor dificultad que he tenido al llegar quizás ha sido buscar apartamento. Encontré uno cerca del aeropuerto, no demasiado lejos del centro en el borde del distrito de Bình Thạnh con Phú Nhuận, en un barrio en el que hay de todo y también viven algunos colegas. Es un piso de 94 metros con dos habitaciones y un salón enorme con cocina para mí solo por poco más de lo que pagaba por un piso compartido en Japón.



Lo cierto es que comparado con Japón, la búsqueda de piso en Vietnam ha sido infinitamente más fácil, empezando porque aquí los pisos se alquilan completamente amueblados y únicamente hace falta dejar un depósito que se devuelve íntegro al finalizar el contrato de alquiler, nada de descontar una parte para gastos de limpieza (estoy bastante descontento con el sablazo que me metieron al dejar el piso de Tsukuba). Tampoco hace falta entregar ningún dinero de gratitud al propietario del apartamento, siendo este último el que además se encarga de pagar la comisión a la agencia inmobiliaria. Del registro como residente también se encarga el dueño. En fin, nada que ver con la pesadilla que me tocó sufrir en Japón.

Pero bueno, no sólo el alquiler de la vivienda es barato sino todo en general. Me flipa lo mucho y bien que se come aquí por pocos euros. Disfrutar de la gastronomía es uno de los mayores placeres de Vietnam.



En fin, como véis estoy muy contento de haber regresado y por el momento las cosas van bien. A estas alturas estoy convencido de que marcharme de Japón y volver a Vietnam fue una sabia decisión. Japón me parece un país muy curioso e interesante, pero no me resulta tan excitante como el sudeste asiático. A mí realmente me gusta esto: el calor tropical, el caos, el ruido, las calles llenas de vida, las sonrisas, la felicidad de la que uno termina contagiado.

Y no importa lo mucho que conozca ya de Saigón, la ciudad sigue manteniendo ese halo de misterio y disfruto descubriendo sus secretos pacientemente. Así que si en algún momento dejo de postear, no os preocupéis, amigos. Seguramente estaré ocupado disfrutando de la vida aquí y no me quedará tiempo para compartir las experiencias.