jueves, 21 de febrero de 2013

Los monos de Nagano

Continuando con el anterior post, os decía que el motivo de la escapada a Nagano fue principalmente tomarnos unos días de descanso y hacer algo de turismo por la zona. Tras montar el campamento en el pueblo de Yudanaka y disfrutar del circuito de baños termales, estábamos listos para visitar el Parque de los monos de Jigokudani y conocer a una asombrosa colonia de monos salvajes que habitan en las montañas.



Llegar no fue tarea fácil. Ibamos sobre aviso de que podríamos encontrarnos tramos nevados en la carretera así que habíamos salido desde Tsukuba con un coche preparado con neumáticos de invierno.



Una vez en Kanbayashi Onsen, nos encontramos frente a una cuesta hasta la entrada del parque que se puede subir andando.



Tras cruzar la entrada del parque hay que continuar por un sendero de dos kilómetros que atraviesa el bosque. Esta es la única vía de acceso a Jigokudani (地獄谷), que literalmente significa "Valle del Infierno" por tratarse de una región montañosa de actividad volcánica. Al entrar en el bosque la temperatura desciende considerablemente, por lo que se recomienda ir bien abrigados.



Situado a una altura de 850 metros, el valle se encuentra permanentemente cubierto de nieve durante cuatro meses al año. En la base del valle, a los pies del río Yokoyu, se sitúa el ryokan Korakukan, un hotel rústico que desde 1864 ofrece alojamiento y dispone de fuentes de aguas termales naturales, denominados onsen, para sus huéspedes.



jigokudani-17

Llegados a este punto podemos comprender porqué lo llaman el "Valle del Infierno". A los lados del río vemos chimeneas por las que sale vapor y agua hirviendo de las entrañas de la tierra. La temperatura supera los 100 °C.



Al final del camino llegamos al fondo del valle. Una vez allí, tras pagar rigurosamente la entrada podemos acceder al famoso rotenburo donde se encuentran los monos, casi siempre rodeado de turistas y aficionados a la fotografía.



La historia cuenta que los habitantes de Yudanaka construyeron hace cientos de años un rotenburo, básicamente un onsen al aire libre, en este valle para beneficiarse de las propiedades de las aguas termales de origen volcánico. Disfrutar de los onsen es una tradición muy arraigada en Japón que ya expliqué en el anterior post. La gente venía desde el pueblo y recorría el sendero de dos kilómetros para llegar hasta aquí simplemente con la excusa de disfrutar de un agradable baño y hacerlo con vistas a un espectacular paisaje de desfiladeros y cumbres repletas de nieve.



Resulta que un buen día, en torno a 1960, descendieron de las montañas los monos de cara roja que habitan en sus bosques y contemplaron a los humanos tomando un baño de agua caliente a la intemperie. En un principio se limitaron a observarles pero más tarde, y como es costumbre en ellos, decidieron imitarles y se introdujeron también en el agua comprobando lo bien que se estaba allí dentro cuando fuera hacía un frío del carajo.



A los humanos al principio aquello les debió de parecer muy gracioso pero con el tiempo pensaron que no era apropiado compartir el baño con sus parientes más cercanos, así que construyeron un rotenburo al fondo del valle sólo para los monos. Irremediablemente pasó a convertirse en una atracción turística.



Esta especie de macaco, Macaca Fuscata, habita en los bosques y montañas de las islas japonesas. Aparte de los humanos, es el único primate capaz de vivir tan al norte del hemisferio. En Japón habitan varias especies de monos pero esta es una especie nativa y se encuentra adaptada al frío clima que sufre la parte norte del archipiélago durante el invierno, y que puede llegar hasta los -15 °C.



Para soportar mejor estas temperaturas el animal se encuentra recubierto de un espeso pelaje excepto en la cara, las nalgas y las palmas de las manos y los pies. En estas partes del cuerpo se concentra una gran cantidad de vasos sanguíneos que les ayudan a mantener el calor y ello les confiere el característico color rojo que les da nombre. Los monos de cara roja están considerados una de las especies de monos más inteligentes. Se demuestra por el hecho de que aprendieron a localizar fuentes de agua caliente en las que sumergirse para protegerse del frío.



Resulta muy curioso ver a los monos relajándose en el onsen y echando una cabezadita, una costumbre que desarrollamos primero nosotros los humanos.



A pesar de tratarse de monos salvajes, están más que acostumbrados a la presencia de personas a su alrededor y uno puede fotografiarles incluso desde cerca. No obstante, a la entrada del parque explican ciertas normas que deben seguirse para no asustar ni molestar a los monos. No se deben tocar, ni gritarles, ni hacerles gestos agresivos como enseñar los dientes, ni tampoco quedarse mirándolos directamente a los ojos. Si se sienten amenazados, son capaces de morder y arañar para defenderse. Tampoco conviene asustar a las crías, por mucho que parezcan inofensivas, ya que pueden pedir ayuda a un ejemplar adulto. Por último, está prohibido darles comida, ya que esto podría alterar no sólo su dieta sino también su comportamiento, confiando en que los humanos les proporcionen alimento en lugar de conseguirlo por ellos mismos. Siguiendo estas normas uno puede acercarse al rotenburo y contemplar a los monos el tiempo que desee.



Además de disfrutar de un baño caliente para mantener el calor corporal, los monos aprovechan para limpiarse y quitarse parásitos del pelo.



Aquí se puede apreciar que los monos son animales sociales y además de convivir en grupo suelen entablar relaciones con monos de diferente o del mismo sexo. El carácter de estas relaciones puede ser afectuoso o simplemente de amistad. Los monos que mantienen una relación a menudo comparten comida o se desparasitan el uno al otro. Esto también se asemeja al comportamiento que siguen los humanos.







La naturaleza social de los monos no se limita a las relaciones en pareja sino que también existe una estructura social. Cada grupo consta de unos 30-40 individuos, los cuales mantienen una jerarquía matriarcal que se transmite entre hembras de generación en generación. Dentro del grupo hay machos alfa que actúan como líderes y protectores. En Jigokudani se dan cita varios grupos de monos, cada uno con su propia familia real.



Algo que suele pasar inadvertido para muchos de los turistas que visitan el parque es que no todos los monos pueden meterse en el agua caliente, sino que únicamente los monos de mayor rango de cada grupo y sus familias tienen ese privilegio.



El resto de monos de la manada están condenados a pasar frío a la intemperie, lo cual puede llegar a suponer incluso la muerte en los inviernos más duros.



En ocasiones surgen enfrentamientos por intentos de los monos de inferior rango de acceder al rotenburo, en especial las crías que todavía desconocen la jerarquía dentro del grupo. Esto obliga al macho alfa a estar siempre vigilando y llegado el caso imponer su autoridad.



Llegan las 12, hora del almuerzo. Un hábito que también es costumbre entre los monos que viven en el parque. Las familias de mayor rango de nuevo gozan de ciertos privilegios, un cuidador se acerca todos los días a echarles comida en el estanque.







Esta cría perteneciente a una familia real probablemente no sea consciente de la suerte que tiene. Afuera, donde la temperatura es inferior a 0° grados, los demás monos tienen que conformarse con lo que encuentren para comer en el suelo. Principalmente cortezas de árbol, hojas, raíces y semillas. Cuando llega la noche, toda la colonia regresa junta al interior del bosque para encontrar refugio.



La experiencia de visitar la colonia de monos de cara roja es muy interesante. Permite ver de primera mano el comportamiento de una de las especies más inteligentes de primates y comprender que se asemejan a nosotros más de lo que creemos, no solamente en los gestos y en las acciones que imitan, sino también en esa curiosa jerarquía social que divide el grupo injustamente en privilegiados y no privilegiados. Una barrera que a pesar de la evolución de nuestra especie tampoco hemos conseguido eliminar completamente.



Aparte de eso, una caminata por las montañas de Nagano en pleno invierno no deja de ser un espectáculo para la vista.

Una excursión totalmente recomendada.


Cómo viajar a Nagano

Para llegar a Nagano, la opción más recomendable es tomar el tren.

Hay trenes Shinkansen de Tokio a Nagano con una duración de trayecto de hora y media. Desde la estación de Nagano se puede tomar el Nagano Electric Railway Limited Express, que tiene una o dos frecuencias por hora y tarda entre 50 y 70 minutos en llegar a la estación de Yudanaka, de donde sale un bus hacia Kanbayashi Onsen cada hora.


miércoles, 20 de febrero de 2013

Yudanaka Shibu Onsen

Ahora que tengo tiempo he decidido ponerme al día con algunas historias que tenía atrasadas en el blog. Me gustaría empezar contando una excursión que hice a Nagano durante mis últimos meses de estancia en Japón.

En febrero, después de entregar la tesis de Master en la Universidad de Tsukuba, necesitaba tomarme unos días de descanso para quitarme el estrés de las últimas semanas de trabajo. Buscaba un destino donde poder relajarme y al mismo tiempo distraerme. Estaba pensando en lugares de Japón que todavía me faltaran por visitar cuando me vino a la mente la recomendación de mi amigo Chiqui de viajar a Nagano para disfrutar de un retiro invernal y visitar un parque natural con monos que viven en la montañas, de los que hablaré en mi próxima entrada.



Así pues, convencí a mi amigo Joseph para alquilar un coche y conducir desde Tsukuba hasta Nagano, al noroeste de Ibaraki. En estos tres años que he vivido en Japón he hecho bastantes road trips pero este último fue bastante especial ya que alquilamos un coche con neumáticos de invierno y atravesamos puertos de montaña con unas vistas impresionantes y circulamos por carreteras nevadas.



Tras seis de hora de viaje por carretera llegamos a la prefectura de Nagano y nada más pasar la capital tomamos el desvío al pueblo de Yudanaka (湯田中), el campamento base para acceder al Parque de Jigokudani donde habitan los monos.

Yudanaka es un pueblo que parece haberse quedado congelado en el tiempo.



Con sus callejones estrechos y sus casas de estilo antiguo se respira una atmósfera encantada que nos transporta al Japón de hace varias décadas atrás.



Aquí podemos disfrutar de la forma de alojamiento más típica del Japón tradicional, los ryokan, que disponen de habitaciones de suelo de tatami con puertas correderas de madera y futones para dormir. Algunos de los establecimientos más antiguos de Yudanaka datan de más de 400 años de historia.



Una característica común de los ryokan japoneses es que suelen estar situados cerca de fuentes termales naturales, que se denominan onsen. Uno de los barrios más antiguos de Yudanaka es Shibu Onsen (渋温泉). Su origen data del año 1303, cuando unos monjes budistas provenientes de Kioto estaban de paso y descubrieron que el agua procedente de estas montañas contenía propiedades terapéuticas y fundaron un templo para poder acudir aquí de forma regular. La fama de este lugar se extendió durante el periodo Edo hasta convertirse en un destino turístico para aquellos que buscaban salud y bienestar.



Desde la antigüedad distintas civilizaciones de la humanidad han conocido los beneficios de los baños de agua caliente, siendo quizás las termas romanas del siglo I a.C. las construcciones más famosas, y Japón no es un caso aislado.

La cultura del onsen en este país es una tradicion centenaria que ha terminado llegando a los hogares. Los japoneses tienen la sana costumbre de tomar todos los días un baño por la noche antes de ir a dormir. Es una especie de ritual. Además de mantener la higiene personal, un baño caliente les ayuda a liberar la tensión acumulada durante la jornada de trabajo, relajar la mente y conciliar mejor el sueño. Una de las curiosidades que más me llamaron la atención cuando llegué a Japón fue que la residencia universitaria en la que vivía sólo disponía de agua caliente por las tardes, precisamente para que los estudiantes japoneses pudieran meterse en el ofuro (bañera) al final del día.



Shibu Onsen es un lugar recomendable para aprender acerca de la cultura del onsen en Japón. Repartidas por el barrio se encuentran varias fuentes termales, numeradas del 1 al 9, identificadas cada una de ellas con distintas propiedades terapéuticas por la diferencia de temperatura y la presencia de distintos minerales.

Nada más llegar a nuestro ryokan nos dieron un mapa y nos invitaron a recorrer el circuito de baños públicos. Para ello nos entregaron una llave maestra que abría las cerraduras de los nueve onsen repartidos por el barrio. Por lo visto, los visitantes también pueden conseguir esta llave acercándose hasta la oficina de turismo de Yudanaka y pagando ¥500.



Cada onsen dispone de dos puertas, los baños están separados para hombres y para mujeres. Sólo es necesario llevar una toalla. Respecto a todo lo demás uno puede salir del ryokan y andar por el pueblo vestido con kimono o yukata y unas sandalias de madera o geta.

La única advertencia que te hacen es que el agua proviene de fuentes de origen volcánico y sale muy caliente, a una temperatura entre 40°C y 50°C, por lo que hay que meterse con cuidado, sobre todo si no estamos acostumbrados como los japoneses. Existen también unas normas o protocolos antes de introducirse en el ofuro que debemos conocer.



En primer lugar antes de meterse en la bañera hay que lavarse todo el cuerpo. Esto se hace por medio de cubos de agua. Es conveniente venir limpios y duchados del ryokan para darse simplemente un aclarado pero sino es posible enjabonarse allí mismo, siempre fuera de la bañera.



En segundo lugar hay que ajustar la temperatura del agua. Si ha pasado mucho tiempo probablemente este fría o templada así que se puede abrir el grifo del agua que fluye directamente de la tierra para calentar el ofuro. Después hay que introducirse completamente desnudos, sin cubrirnos con una toalla o un bañador. Mejor meterse poco a poco para que no nos de un golpe por el cambio brusco de temperatura, fuera del recinto la temperatura era de bajo cero y estaba nevando.



Podemos permanecer en el agua unos 5 o 10 minutos, lo que aguante cada uno, y salir y volver a entrar las veces que queramos. Al terminar hay que secarse bien y beber líquidos para evitar la deshidratación a causa del calor que hace en el interior. Antes de abandonar el recinto hay que dejarlo todo ordenado para los bañistas que vengan después.



Además de disfrutar de los momentos de relajación que brindan estos baños, nuestro cuerpo puede beneficiarse de las propiedades saludables de las fuentes termales. Como he comentado antes, cada uno de los nueve onsen se distingue por ofrecer diferentes propiedades terapéuticas.



El número 1 (一, Hatsuyu) actúa sobre el estómago y los intestinos. Por sí solo, un baño en agua caliente aumenta la temperatura de nuestro cuerpo y la presión hidrostática, lo que contribuye a la circulación sanguínea y a la oxigenación. Esto hace que mejore la alimentación de los tejidos del cuerpo y aumente el metabolismo, estimulando las secreciones del tracto digestivo y del hígado que facilitan la digestión. El número 8 (八, Shinmedakinoyu) sirve para tratar enfermedades orgánicas relacionadas con el aparato digestivo.



El número 7 (七, Nanakurinoyu) permite tratar inflamaciones, contracturas musculares y lesiones traumatológicas. El calor modifica la propiedad viscoelástica del colágeno, lo que sumado a la relajación muscular y al efecto de flotación con descarga articular permite realizar ejercicios en el agua que aceleran una rehabilitación (lo que se denomina hidrokinesioterapia). El número 5 (五, Matsunoyu) ayuda a los tratamientos reumatológicos de artrosis, artritis reumatoidea, lumbalgia, ciática, cérvicobraquialgia, etc.



El número 4 (四, Takenoyu) resulta beneficioso para la gota y las enfermedades renales crónicas.



El número 2 (二, Sasanoyu) sirve para tratar eczemas. El número 3 (三, Watanoyu) ayuda a curar cortes, cicatrices y tratar afecciones dermatológicas como la psoriasis, la dermatitis y las enfermedades causadas por hongos. Esto se debe a que el azufre presente en las aguas sulfurosas provoca efectos regenerativos en la piel.



Por último, el número 9 (九, Oyu) dicen que sirve para curar todas las enfermedades. Quizás esto sea algo exagerado, aunque lo cierto es que introducirnos en cualquier terma natural resulta beneficioso para nuestro cuerpo debido al calor y a la absorción de minerales, que en conjunto producen un estímulo a nivel nervioso y endocrino que se traduce en cambios en los sistemas respiratorio, circulatorio, termoregulatorio, gastrointestinal, músculo esquelético y psicoterápico, consiguiendo un efecto tonificador y al mismo tiempo relajante.



Justo encima de este onsen hay construido un templo, lo que da una idea del especial significado que tuvo el descubrimiento de las aguas termales de Yudanaka para los monjes que vinieron desde Kioto.



La visita al pequeño pueblo de Yudanaka resultó ser bastante interesante y al final del día el circuito de aguas termales me proporcionó el descanso que necesitaba después de las últimas semanas de estrés acumulado.



Dudo mucho que mi cuerpo saliera muy beneficiado simplemente por pasar una tarde saltando de onsen en onsen pero quizás a largo plazo este el secreto de la eterna longevidad de los japoneses: un baño diario de agua caliente y ocasionalmente un baño en fuentes termales con propiedades terapéuticas.

Quién sabe. No se pierde nada por probarlo..


Cómo viajar a Nagano

Para llegar a Nagano, la opción más recomendable es tomar el tren.

Hay trenes Shinkansen de Tokio a Nagano con una duración de trayecto de hora y media. Desde la estación de Nagano se puede tomar el Nagano Electric Railway Limited Express, que tiene una o dos frecuencias por hora y tarda entre 50 y 70 minutos en llegar a la estación de Yudanaka.


lunes, 4 de febrero de 2013

Objetivo cumplido

El pasado viernes, 1 de Febrero presenté la defensa de mi tesis de Master. Cumplo así el sueño de graduarme en una universidad japonesa, el desafío que he venido persiguiendo durante los dos últimos años de mi vida. Desde hace unos meses habréis notado que he dejado el blog un poco abandonado, me encontraba en la recta final del Master y desde diciembre he estado ocupado preparando la tesis.



Conseguir el título de Master era el propósito fundamental por el que vine a Japón, una aventura que comenzó en marzo de 2009 cuando solicité la beca Monbukagakusho. Pedí esta beca por tres motivos. El primero de ellos regresar al Lejano Oriente, una tierra de la que me enamoré tras pasar por Vietnam en 2007-2008 y de la que no soportaba estar separado. El segundo fue descubrir Japón, desde niño había sentido una especial fascinación por este país y venir aquí se me presentaba como la oportunidad de vivir una experiencia increible. El tercero, ampliar mis estudios universitarios y especializarme en un campo concreto antes de continuar mi carrera profesional.

Aterricé en Japón en Abril de 2010. Han pasado casi tres años y por fin puedo decir bien a gusto que he cumplido mi sueño. Como todo aquel que persigue uno sabía a lo que me enfrentaba, un camino lleno de obstáculos en el que viviría momentos de alegría, de optimismo, de superación, pero también de pesimismo, de soledad, de incertidumbre, de frustración y de sacrificios por cumplir esta meta personal.

He disfrutado mucho de estos tres años en Japón, y no estoy seguro de que haya llegado el momento de marcharme todavía, pero lo cierto es que antes de venir había imaginado una vida más perfecta. Conocer el país, y entender su cultura y sus tradiciones fueron experiencias tan positivas como esperaba, pero la adaptación al modo de vida, la complejidad del lenguaje, la circunstancia de ser un gaijin, los inviernos duros sin calefacción y, por si no fuera suficiente, la incomodidad de sufrir terremotos en Ibaraki cada dos por tres y la preocupación por encontrarme a 165 km de una central nuclear en crisis terminaron convirtiendo mi estancia en Japón casi más en una odisea que en un placer. Todas estas dificultades se llevaron mejor en compañía de mis amigos en Tsukuba y en Tokio, pero no negaré que en algún momento me planteé seriamente abandonar mis estudios y marcharme de Japón.

Estudiar un master en Japón tampoco fue tarea fácil. Aunque el entorno educativo y de investigación resulta atractivo para los estudiantes internacionales, en la práctica el sistema japonés está lejos aún de ser compatible con el inglés. Se ofrece cierto soporte, permitiendo a los alumnos extranjeros entregar los exámenes y los trabajos en inglés, pero el aprendizaje es limitado ya que la mayoría de los cursos se imparten en japonés. Me siento orgulloso de haber superado el reto, pero tengo bien claro que no lo hubiera logrado solo, sin la inestimable ayuda de mis compañeros de master y el personal del laboratorio que me echaron una mano con los enrevesados procedimientos académicos y el interminable papeleo administrativo. Escribir los trabajos, presentarse a los exámenes y aprobar los créditos correspondientes fueron el menor de los problemas.

Sin duda, la recompensa final hace que el esfuerzo haya merecido la pena. Para los que piensan que lo mejor de los sueños no es alcanzarlos sino luchar por ellos, os diré que el sentimiento de felicidad que me invade ahora que todo ha terminado no puede compararse con nada. Y en mi opinión, estos puntos de inflexión son los que luego marcan tu vida, los que hacen que al mirar al pasado te sientas satisfecho de los logros que has conseguido. En cuestión de retos personales lo importante no es sólo participar, creo que hay que llegar hasta el final.

Cumplidos estos sueños, la ilusión no desaparece. Se persiguen nuevos sueños y la vida continúa...

En mi caso, mi próximo sueño es encontrar un buen trabajo y, si es posible, volver a Vietnam.