domingo, 18 de marzo de 2012

Raja Ampat, Día Uno - Partida desde Sorong

Después de cruzar Indonesia en avión por fin habíamos llegado a Nueva Guinea. Nuestro primer reto era conseguir un medio de transporte para movernos por las islas de Raja Ampat. Descartada la opción del crucero liveaboard, sólo podíamos optar por un speed-boat o un long-boat. El speed-boat es una lancha rápida, capaz de alcanzar grandes velocidades en el mar. Sin embargo, el precio era Rp 7.000.000/día (unos 570€) y al ser únicamente tres pasajeros se salía del presupuesto. La opción del long-boat era más asequible.



El long-boat es un tipo de embarcación bimotor que se utiliza en muchos países del sudeste asiático, incluido Indonesia, para transportar gente y mercancías entre las islas. No tiene mucha potencia, ya que las distancias que cubre normalmente apenas son de 10 a 20 km.



Nuestra idea era utilizar un long-boat durante una semana como medio de transporte para grandes distancias al mismo tiempo que como alojamiento en caso de que no pudiéramos encontrar un sitio donde hacer noche.



Alquilar un long-boat no es un procedimiento complicado, uno puede acercarse al puerto y negociar con los patrones de las embarcaciones. Sólo hay que pagar al dueño el equivalente de lo que suele ganar al día (probablemente más por ser extranjeros). En Sorong el precio estándar que se maneja es de Rp 1.000.000/día, sin incluir la gasolina.



Nosotros íbamos con los deberes hechos. Conseguimos el número de teléfono del dueño de la embarcación que utilizaron Fernán y compañía, llamado Agus. Dani se puso en contacto con él unas semanas antes para acordar el día del encuentro y hablar del precio. Al aterrizar en Sorong el bueno de Agus nos estaba esperando.



Nada más llegar ya percibimos que la barrera del idioma iba a ser uno de los principales obstáculos del viaje. Moverse por Raja Ampat, y en general por cualquier parte de Papúa Occidental requiere tener nociones de indonesio, ya que aquí hablan muy poco o nada de inglés. Conseguimos salvar este obstáculo gracias a que Dani había aprendido indonesio durante los últimos años, algo admirable sin duda. Supo ocuparse de lo fundamental, negociar con el patrón las condiciones de alquiler del barco durante una semana y conseguir alojamiento a lo largo de la travesía, como luego veréis. Sin duda, uno de los momentos más duros de la negociación con el dueño del long-boat fue decidir la ruta que íbamos a seguir. Nuestro objetivo era llegar a Pulau Wayag, un pequeño grupo de islas al norte del archipiélago de Raja Ampat. El paraíso en la Tierra.



Desde Sorong hasta Pulau Wayag hay unos 200 km, una distancia que se puede salvar en pocas horas yendo en speed-boat, pero que sobrepasa el límite para un long-boat. Íbamos a necesitar por lo menos dos días. Teníamos de plazo una semana, así que planeamos tres días para la ida, un día para la estancia en Pulau Wayag, y otros tres días para la vuelta. Quisimos dejar margen por si algún día las condiciones meteorológicas no eran propicias para navegar, sobre todo teniendo en cuenta que el long-boat es un tipo de embarcación ligera poco fiable en mar abierto. No fue extraño que en algunos lugares en los que paramos se sorprendieran de que nos hubieramos propuesto llegar a Pulau Wayag en long-boat, e incluso nos dijeran que estábamos locos. De todas formas, además de por precaución queríamos ir con calma para detenernos por el camino en algunos puntos interesantes.



Agus desde el primer momento ya nos puso pegas con el itinerario. Era previsible. Los indonesios son bien conocidos por tener una cachaza que en ocasiones puede llegar a ser desesperante. Al patrón no le hacía ninguna gracia tener que navegar tan lejos de Sorong teniendo que entrar en la Bahía de Aljui, al norte de la isla de Waigeo. Pero ir a Raja Ampat y no ver Aljui para luego continuar hasta Pulau Wayag no tenía mucho sentido, así que nos pusimos serios y le dijimos que no tenía excusa. Ya lo habíamos hablado antes por teléfono y, aparte, si había ido antes con Fernán ya conocía de sobra la ruta. Negociamos un precio de Rp 1.000.000/día, en total 7 para una semana, y Rp 9.000.000 de gasolina para los más de 400 km de ida y vuelta. En total nos salía a pagarle Rp 16.000.000, pero lo conseguimos rebajar a Rp 15.000.000 con la excusa de pagar Rp 5.000.000/ocupante. Dani es un as de las negociaciones.



Agus aceptó y le entregamos Rp 9.000.000. Se marchó a comprar la gasolina mientras nosotros comprábamos algunas provisiones en Sorong, principalmente comida para 5-6 días y unas colchonetas para dormir. En dos horas regresamos al puerto y cargamos las provisiones en el barco, junto con los bidones de gasolina para aguantar una semana en alta mar.



Además de Agus, al que bautizamos el llorón porque durante todo el viajaba no dejaba de quejarse, viajaban con nosotros un niño, Iksan, que más tarde descubrimos que era el sobrino de Agus que justamente estaba de vacaciones escolares, y Pinongui, o como le llamábamos nosotros, el señor del sombrero, un tipo que no sabemos por qué siempre estaba contento y riendo. Agus iba a la cola del long-boat, manejando los motores y el timón, mientras que al frente viajaba siempre el señor del sombrero.



La misión de este señor era importantísima. En los mares de Raja Ampat existen multitud de bancos de arena y barreras de coral, alguien tenía que llevar la vista unos metros por delante del barco y avisar en caso de que el nivel del mar no fuera lo suficientemente profundo y pudiéramos encallar. Más de un susto nos llevamos.



Sobre el mediodía abandonamos el puerto y pusimos rumbo por fin hacia las islas de Raja Ampat, con destino Wayag. La primera parada programada del viaje era Pulau Kri. Confiábamos en llegar en unas tres o cuatro horas y así tener tiempo de buscar un lugar donde pasar la noche. Aquí tenéis un vídeo que grabé al rato de haber dejado Sorong (no se escucha bien con el ruido así que activad los subtítulos).



No llegamos muy lejos. Al poco tiempo el motor comenzó a dar problemas y parecía que se calaba. Tuvimos que detenernos en la primera isla que había frente a Sorong. Todavía no lo sabíamos, pero a Agus le habían vendido gasolina mezclada con agua.



¡Pues sí que empezamos bien el viaje!



Mientras Agus reparaba el motor con ayuda de los locales, nosotros desembarcamos y dimos un paseo por la pequeña isla. Era nuestro primer encuentro con una comunidad de papúes y fue divertido ser el centro de atención por un rato. Parece ser que no se ven muchos occidentales fuera de Sorong.





Había niños jugando en el embarcadero, a pesar de que las aguas no estaban muy limpias que digamos. Cuando nos vieron llegar empezaron a señalarnos con el dedo mientras gritaban "Orang bule!", que significa persona de raza blanca y muy pronto algunos vencieron su timidez y se acercaron para saludarnos, "Hey, misterrr".



Al cabo de una hora el problema en el motor parecía estar solucionado y de nuevo nos echamos al mar. Según nos alejábamos de Sorong apenas veíamos rastro de civilización en las islas.



Cuando llevábamos otra hora de travesía, cerca de la media tarde, nos encontramos el mar picado y el cielo amenazaba con lluvia. Agus decidió parar en un poblado en la esquina de la isla de Batanta.



Nos llamó la atención que por encima de las casas de madera destacara una iglesia. Más tarde aprendimos que la religión mayoritaria en Papúa Occidental es el Cristianismo, que fue introducido por los protestantes holandeses.



Esperaríamos en este pueblo para ver si las aguas se calmaban y podíamos continuar. Los ánimos decayeron un poco. Tras la parada en boxes se nos había hecho un poco tarde y no estábamos muy convencidos de que pudiéramos alcanzar el objetivo del primer día, llegar hasta Pulau Kri. Entre las dos islas quedaban dos horas de travesía por mar sin tierra de por medio. Para no comernos la cabeza demasiado con la espera decidimos salir a dar un paseo por el pueblo. Sus habitantes nos recibieron con las manos abiertas. Todo el mundo salió de casa para saludarnos y nos estuvieron enseñando el pueblo. Fueron muy amables.



Aquí recibimos una de esas lecciones de humildad que el sudeste asiático suele brindar inesperadamente. La mayoría de los habitantes del poblado eran niños, más de cien calculo yo. Mientras los mayores se dedicaban a jugar al fútbol con una pelota medio deshinchada descalzos sobre un rudimentario campo de cemento, los más pequeños guiaban ruedas viejas con un palo corriendo de aquí para allá. El juguete era muy simple; los niños, los más felices y sonrientes que haya visto jamás.



Al cabo de media hora parecía que el mar se calmaba y Agus decidió continuar rumbo a Pulau Kri. Salíamos a mar abierto sobre las 5 de la tarde pasadas. Parecía que quedaban todavía algunas horas de luz pero la noche nos cayó encima rápidamente. Al cabo de una hora nos encontrábamos en medio del mar, a decenas de kilómetros de la isla más cercana, impulsados por un par de motores que un rato antes habían tenido que ser reparados. El sol se puso en el horizonte y con el cielo nublado dejamos de ver absolutamente nada. La oscuridad nos envolvió de repente y veíamos únicamente las partículas de plancton luminiscente salpicando contra el casco del barco. Un espectáculo tan alucinante como aterrador. El señor del sombrero, que iba de pie en la proa, sacó una linterna y con su foco alumbraba apenas 4 o 5 metros por delante de la embarcación. Con tan poca visibilidad y a la velocidad a la que íbamos un banco de arena o un arrecife de coral sería difícil de esquivar.



Fue un momento de bastante tensión. Salir de Batanta a una hora tan tardía había sido una decisión precipitada. Si nos ocurría algo allí en mitad del mar no nos encontrarían hasta la mañana siguiente. Pero no nos quedaba otra que continuar hasta llegar a Pulau Kri. Lo primero era llegar sanos y salvos. Luego ya nos preocuparíamos de dónde pasar la noche. Aunque nuestra intención era dormir al raso la mayoría de las noches, por si acaso, antes de hacer el viaje apuntamos en el mapa la localización de algunos homestay situados en la zona comprendida entre Pulau Kri, Pulau Gam y Arborek. Se trata de familias papúes que viven en las islas y comparten algún cuarto de sus cabañas con viajeros ocasionales. Las condiciones son muy humildes, pero son lo más parecido a un alojamiento que uno puede encontrar en Raja Ampat, junto a los cuatro resorts de lujo Kri Eco, Sorido, Raja Ampat Dive Lodge y Pulau Pef. Como referencia, todos los lugares están marcados en el mapa de arriba.



Ya de noche, y con más suerte que orientación, llegamos a Yenkoranu Homestay en la isla de Kri. Por supuesto, no habíamos hecho ninguna reserva, y el precio que llevábamos apuntado de internet era de Rp 400.000/día/persona, un gasto que no estábamos dispuestos a asumir, menos aún el primer día. Sin embargo, no teníamos más alternativa. Se nos había hecho demasiado tarde y en la oscuridad de la noche era imposible encontrar un punto donde anclar el barco y montar el campamento. Así que Dani se armó de valor y bajó del barco para negociar con los dueños del homestay. Llegaba el momento de sacar a relucir sus mejores armas de regateo en indonesio. A los cinco minutos regresó y trajo buenas noticias. Había acordado que nos dejaran una habitación a los tres por el módico precio de Rp 350.000 en total. Un precio bastante asequible por no tener que pasar la primera noche al descubierto. La fortuna nos había sonreído ese día.



Estábamos agotados. Había sido un día larguísimo, cargado de emociones desde el momento en que habíamos bajado del avión a las 7 de la mañana. A pesar de habernos encontrado con algunos problemas nada más abandonar Sorong habíamos logrado cumplir nuestro objetivo de llegar a Pulau Kri. Podíamos descansar a gusto, ya estábamos en Raja Ampat.

¿Qué nos depararía el día siguiente? Estad atentos al siguiente capítulo.

Post relacionado: Chicharrero por Hong Kong - Sorong y más

8 comentarios :

Javier I. Sampedro dijo...

Lo bueno empezaba ese día, aunque no nos imaginamos que tendríamos esos percances, pero eso le daría algo más de emoción al viaje y nos permitiría conocer a otra gente más de cerca.

Tuvimos mucha suerte con esa primera travesía y luego poder quedarnos en el homestay. Cada día sería algo distinto. Lo siguiente? esperar para saberlo :)

Pepa dijo...

La verdad es que algunos detalles me recuerdan mucho a mis viajes por senegal. Los niños gritando "toubab, toubab" y "madam, madam", el regatear por absolutamente todo, incluso la picaresca de la gasolina, incluso con los propios vecinos. Que ganas de volver a vivir aventuras... :D

EL TÍO CHIQUI dijo...

No puedo evitar sentirme parte de esa barca...con vuestro permiso claro! :)

sigo atento a la aventura!

Pau dijo...

Llegar al paraíso tiene un precio jejeje

Pedro Mora dijo...

Hola, hace tiempo que seguimos tu blog y nos parece realmente espectacular. Queremos felicitarte por ello. Saludos de Pedro y Mari ( de Viajeros Chicharreros). Ánimos y buena suerte en vuestra aventura para que podáis narrárnosla. Creo que tenéis en la expedición hasta a un paisano nuestro ¿nos equivocamos?
Lo dicho, abrazos y que lo disfruéis.

Pachem dijo...

Como siempre, vaya señoras entradas que haces Alberto. Me encanta y se me hacen los dientes largos con todo lo que cuentas y las fotos que enseñas.

Gracias!

Alberto dijo...

Gracias a todos por comentar.

@Javi, es lo excitante de viajar a la aventura, que a veces surgen percances y hay que encontrar la solución. Pasar por ese tipo de situaciones me hace sentir muy vivo. Aunque debo admitir que tuvimos bastante suerte en general, sobre todo a la hora de encontrar alojamiento.

@Pepa, entiendo que te recuerden a Senegal. La aventura es la aventura, ya sea en Asia o en África. No dejes de viajar, es una experiencia maravillosa.

@Chiqui, te entiendo, amigo. Que rabia que no pudieras unirte al final. Ya tendrás ocasión de hacer este viaje algún día.

@Tsutomu, poco a poco, que son muchas fotos y muchas anécdotas que contar, jeje. Intento seguir un buen ritmo de publicación.

@Pau, por supuesto, el que algo quiere algo le cuesta y llegar al paraíso exige un sacrificio grande en comodidad.

@Pedro, muchas gracias. Bienvenidos y gracias por anirmaros a comentar. La aventura salió bien, ahora queda contar la hazaña.

Como bien dices, Javi es chicharrero, paisano vuestro. Llevamos ya varios años siendo amigos. Es un buen representante de vuestra tierra.

@Pachem, lleva su tiempo preparar estas entradas, así que se agradece tu comentario. Espero que ahora que estás en Asia puedas vivir muchas aventuras tú también.

Os mando un saludo a todos.

Anónimo dijo...

Hola Javier y resto de la pandilla de aventureros,acabo de conocer vuestro blog buscando información para Raja Ampat,me encuentro en Malasia rumbo a Indonesia y en trayecto me visto por primera vez las fotos de esas islas y me he quedado enamorado y como a vosotros os paso ahora no tengo otra cosa en la cabeza,así que si podéis me encantaría ponerme en contacto con vosotros para intercambiar informacion,no me gustaría perder la oportunidad de ir estando tan cerca.un abrazo y felicidades por el blog.