Ya estoy de vuelta en España.
Estoy muy feliz por reencontrarme de nuevo con mi familia y mis amigos, a muchos hacía más de un año que no les veía. Parece que nada ha cambiado para muchos de ellos, pero me emociona escuchar lo que han vivido este último año.
Lo primero que me ha chocado al llegar es que todo el mundo habla español. Parece algo absurdo, pero se me hace raro ir por la calle y escuchar a la gente hablar y entender sus conversaciones, me siento como si invadiera su intimidad. Durante el último año he tenido un constante ruido de fondo de gente hablando en idiomas ininteligibles (no sólo en Vietnam, sino en mis viajes por Asia) al que ya me había acostumbrado. Lo segundo que me ha chocado es el silencio. No recordaba Madrid ni mi pueblo tan silenciosos. No es que eche de menos el ruido de la calle, ni mucho menos, pero también se me hace raro. Lo mismo me pasa con los olores y la humedad a los que me había acostumbrado en Vietnam y en las ciudades de Asia que he ido visitando este año.
Ya estoy de vuelta en España.
Se acabó la beca, se acabó lo bueno. Ha sido un año increible en el que no he parado de coger un avión al mes y viajar, de salir de fiesta de miércoles a sábado, de visitar amigos por toda Asia, de conocer la cultura asiática y de vivir cada día como una aventura. Sé que es un año que no se volverá a repetir pero, ¿ahora se supone que tengo que quedarme en España? ¿Fue todo un sueño que se acabó? Ni hablar.
Llevo dos días aquí y no consigo quitarme la angustia. Quiero volver a Asia. ¡Quiero que me devuelvan mi vida!
Quiero ir a la playa a
Indonesia y a Filipinas.
Quiero salir de fiesta por
Bangkok y por
Taipei.
Quiero pasear e ir de compras por
Singapur y por
Hong Kong.
Quiero hacer turismo por
China y Japón.
Me voy a Hong Kong en un mes a buscar trabajo.