Como todos los años, del 29 de abril al 5 de mayo se celebra en Japón la Golden Week, el periodo de vacaciones más largo en el calendario nipón. Mientras los extranjeros intentan por todos los medios salir del país, los japoneses huyen de las grandes ciudades para desplazarse por el territorio nacional. Durante esa semana, los precios de los billetes de avión se disparan, los tren van llenos hasta las trancas y no quedan habitaciones de hotel disponibles en ningún lado. Dicen por ahí que si llega mediados de abril y todavía no tienes plan, ya es demasiado tarde para hacer nada. Estás atrapado.
O eso nos temíamos nosotros hasta que se nos ocurrió hacer un road trip por Japón durante los cuatro últimos días de vacaciones. Un viaje por carretera desde la costa este de Japón hasta la remota isla de Shikoku, la menor de las cuatro islas principales que forman el archipiélago. Contando la ida y la vuelta, íbamos a recorrer la friolera de 1.800 km. ¿Se presenta algún voluntario para conducir?
Disponíamos de dos Toyotas, bien diferentes, por cierto. Por un lado el Prius de Edo, uno de los primeros automóviles híbridos que aparecieron en Japón; y por otro el Chaser de Rafa, un sedán que chupaba más gasolina que un camión. Para completar el equipo, yo alquilé un Vitz, la versión japonesa del Toyota Yaris (que es el mismo coche que tengo en España).
La idea del road trip partió de manos de Joseph y Edo unos meses atrás. Tenían ganas de visitar Shikoku y no se les ocurrió nada mejor que hacer el camino en coche. Y no era ninguna tontería, ya que moverse en tren por Japón sólo sale rentable si eres turista y vienes con el JR Pass o viajas sólo. A nada que vayas con una o dos personas ya casi te sale más rentable el coche, y te permite también más libertad de movimiento. Acostumbrarte a conducir por Japón ya es otro cantar, con sus coches automáticos, sus carteles de tráfico en kanji y ¡el volante al lado contrario!
Como estos viajes se hacen siempre mejor en compañía de amigos, nos juntamos un grupo de estudiantes de la Universidad de Tsukuba; casi todos estudiantes internacionales. Había representación de México, Costa Rica, Brasil, Perú, España, Alemania, Rumanía, incluso Turkmenistán.
Aunque yo diría que más que amigos somos casi una gran familia, ya que estando tan lejos de nuestras casas pasamos la mayor parte del tiempo haciendo vida en el campus y siempre cuidamos los unos de los otros. Organizar un viaje como este sería una buena experiencia para unirnos a todos. Y quizás uno de los mejores recuerdos que nos llevemos de nuestra estancia en Japón.
El alojamiento fue uno de los asuntos que más rápidamente atajamos y nos quitamos de encima. Como iba a ser muy difícil calcular la distancia que podríamos recorrer cada día por carretera y los precios de los hoteles durante las vacaciones estarían por las nubes, decidimos pillar unas tiendas de campaña y buscar campings sobre la marcha. Al principio nos pareció un poco arriesgado pero al final resultó ser una buena idea. En todos los campings en los que paramos nos admitieron sin reserva y el coste era gratis o una cantidad simbólica. Nos terminamos ahorrando muchas pelas en alojamiento y además estuvo divertido.
Otra gran idea para ahorrar dinero fue hacernos con unas tarjetas ETC para el peaje automático en autopistas. En Japón todos los coches van equipados con GPS y con lector de tarjetas de peaje, incluso los coches de alquiler. No sólo resulta más cómodo atravesar las estaciones de peaje sin tener que detenerse a pagar, sino que durante los días festivos ofrecen un 50% de descuento. Venga, que no hay excusas para viajar en coche por Japón.
Partimos a última hora de la tarde. Una vez nos echamos a la carretera podéis ver en el mapa que dimos un extraño rodeo para ir hacia el oeste de Japón. Pensamos que Tokio estaría totalmente colapsado por la operación salida de Golden Week, así que en lugar de bajar al sur y cruzar la capital decidimos subir un poco hacia el norte y luego ir hacia el oeste, cruzando las montañas que llevan hasta la prefectura de Nagano. La idea era llegar hasta los alrededores de Matsumoto para hacer noche allí.
Al día siguiente por la mañana visitaríamos la ciudad, famosa por su castillo.
El Castillo de Matsumoto está considerado Tesoro Nacional de Japón. Es uno de los mejores ejemplos de castillos militares japoneses. En este caso, de los castillos de llanura, frente a los castillos de montaña como el que vi en Iwakuni.
El de Matsumoto es conocido también como el Castillo de los Cuervos por el color negro de sus muros. Estos se levantan sobre paredes de piedra por encima de un gran foso.
Fue construido por Toyotomi Hideyoshi entre 1594 y 1597 y alcanza una altura de 30 metros. El buen estado de conservación del conjunto testimonia el periodo de paz instaurado por el shogunato Tokugawa tras la derrota de Toyotomi en la batalla de Sekigahara y la caída de Osaka. Por fortuna, el Castillo de Matsumoto corrió mejor suerte que el Castillo de Osaka, que sufrió serios daños durante su asedio en 1615.
Desde su torre de cinco pisos se tienen vistas a la llanura de Matsumoto. El castillo se puede visitar por dentro, en su interior acoge una pequeña exposición de armas y objetos de la época.
Al terminar la visita cultural no faltó hacernos la foto de grupo.
Después de comer abandonamos la prefectura de Nagano y continuamos rumbo al oeste, rodeando los Alpes Japoneses. Fue una pasada conducir atravesando esos preciosos paisajes de montaña.
A media tarde llegamos a Nagoya, en el límite de la región de Chūbu antes de pasar a la región de Kansai.
Más adelante nos adentramos en el área metropolitana de Osaka-Kobe-Kioto y nos pilló algo de atasco. Algo curioso es que en las estaciones de servicio de Japón normalmente hay monitores con información del estado de las carreteras y mapas que señalan las zonas congestionadas en tiempo real, ya sea por tráfico saturado de vehículos, por retenciones a la entrada de una ciudad, por mal tiempo o por causa de accidente. Muy útil para planificar tus desplazamientos.
Decidimos tomar rutas alternativas para sortear el atasco y pronto nos encontramos circulando por un laberinto de autopistas elevadas que atravesaban enormes núcleos urbanos.
Una vez había anochecido llegamos a Kobe, que reconocimos inmediatamente por su famosa torre del puerto iluminada. Os dejo con un vídeo. Así podéis ver lo que se siente conduciendo por las autopistas elevadas de Japón.
Tras atravesar Kobe, a primera hora de la noche nos acercamos al Gran Puente de Akashi Kaikyō, muy elegante con sus luces de noche. Se trata del puente colgante más largo del mundo. Y por largo me refiero a la longitud del vano principal, la distancia que separa las dos torres. Nada menos que 2 km (1991 m). Cruzarlo se hace interminable.
El puente conecta Honshū, la isla principal del archipiélago japonés, con Awajishima, una pequeña isla que hay frente a la bahía de Osaka en el Mar Interior de Seto, antes de cruzar a Shikoku. Atraviesa el Estrecho de Akashi, uno de los estrechos marítimos más transitados del mundo.
La isla de Awaji apenas está habitada, se trata más bien de una zona de tránsito entre las dos islas principales. No obstante, encontramos un camping justo en el extremo suroeste, junto al Estrecho de Naruto, del que os hablaré en el siguiente post.
Aquí terminan los dos primeros días de road trip por Japón, justo a las puertas de entrar en la mítica isla de Shikoku, el objetivo de nuestro viaje.
Hace 4 horas
6 comentarios :
Lo mejor que tiene Kobe es el barrio chino xDD
Qué peligrazo tiene el equipo Tsukuba! :)
En golden week no me quedo por aqui ni atao, siempre que pueda claro.
abrazos!
atención a los temazos que sonaban en tu coche, jeje.... no te olvides de hablar del coñazo que dieron algunos por las noches, estilo granja-escuela
¡Peasso viaje! Yo nunca he acampado a la aventura en Japón, ¡Os salió genial el plan! Estoy deseando leer la continuación de la aventura.
Cuando estaba en el campus teníamos que organizar los viajes en buses porque nos daba pereza conducir... ¡qué envidia me das!
Awajishima me encanta, no tiene nada pero es un lugar ideal para desconectar, además conocía una familia con una granja y me escapé un par de veces cuando vivía en Osaka para despertar mi vena más rural XD
Un abrazo, Alberto.
Un road trip siempre es un planazo, se disfruta tanto o más el trayecto como el destino.
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