Entre las muchas tiendas de recuerdos que había encontramos algunas casas de té con bastante actividad. Vimos que el té es uno de los artículos de recuerdo más apreciados por los visitantes de esta ciudad de China.
Y es que podríamos hablar de Hangzhou como un paraíso para los amantes del té. La variedad de té verde que se cultiva en esta zona de la provincia de Zhejiang está considerada uno de los mejores té chinos. Es conocida como té de Longjing y pertenece a la lista de los diez tés más notables de China.
Nosotros quisimos conocer más acerca del té de Longjing y durante el segundo día de estancia decidimos hacer de forma improvisada una excursión a los alrededores de Hangzhou para ver las plantaciones de té.
Buscando información vimos que nuestra mejor opción era acercarnos al Museo Nacional del Té de China, situado en un entorno privilegiado rodeado de montañas a las afueras de Hangzhou, en ruta suroeste hacia Shuangfeng. La dirección exacta es 88 Longjing Road (ver en Google Maps) y se puede llegar con los autobuses urbanos K27 y el autobús turístico número 3. A nosotros nos venía mejor el K27 pero fue bastante aventura coger un autobús urbano en China sin saber donde narices bajarnos, íbamos todo el camino pendientes para no pasarnos el Museo. Como la parada correspondiente estaba justo antes de este, nos la pasamos y tuvimos que bajarnos en la siguiente y caminar de vuelta.
Al llegar al Museo lo primero que vimos fueron las plantaciones de té que hay en los alrededores, donde el té verde de Longjing es cultivado y recogido a mano.
El Museo Nacional del Té de China es el único museo estatal dedicado al té en China desde que fue abierto en Abril de 1991. Ocupa un área de 4,7 ha y el complejo integra varios centros con distintas funciones: exposiciones culturales, entrenamiento para la cata y la ceremonia de preparación del té, investigación científica, conferencias y seminarios, hasta un restaurante. El centro cultural es el edificio principal y recibe diariamente a cientos de visitantes chinos y extranjeros, a los que acoje amablemente en su afán por promover la cultura del té y transmitir la importancia del té en la civilización china.
El centro cultural contiene diversas exposiciones. Una de las más interesantes es la dedicada a la historia del té. Allí los visitantes pueden comprobar que el té es una de las mayores contribuciones de China a la humanidad. En el Museo se exhiben muestras de árboles de té salvajes como prueba científica de que la planta es originaria de este país y de que los chinos fueron los primeros en descubrir el uso del té como infusión hacia el año 2500 a.C. Al principio se trataba de una simple costumbre servirse de las hojas de té para conferir un buen sabor al agua hervida pero con el paso del tiempo empezó a formar parte esencial de la sociedad china y se desarrolló una cultura en torno al té.
El uso del té se extendió desde China hacia el resto de Asia (a Korea y a Japón llegó de la mano del budismo) y terminó convirtiéndose en un elemento característico de la cultura oriental tradicional, tal y como lo conocemos hoy en día. El té llegó por primera vez a occidente a través de los comerciantes turcos en el s. VI pero fue introducido posteriormente cuando los portugueses llegaron a la India en 1497, donde el consumo estaba muy extendido. Los primeros cargamentos llegaron a Europa a través de la Compañía de las Indias Orientales hacia 1610. En 1800 ya había acuerdos comerciales con China para la producción y exportación de té a países de occidente.
En el mismo centro cultural hay otra exposición sobre los diferentes tipos de té que existen y tienen ejemplares traídos de todas las regiones de China. Las variedades se distinguen por su color, que viene determinado por su grado de oxidación, el cual se alcanza después de pasar por un proceso denominado fermentación. Las principales variedades son las siguientes:
- Té verde: es un tipo de té no oxidado, las hojas se recojen y se dejan secar para después ser fragmentadas. Se caracteriza por un sabor fresco y un delicado aroma con notas herbales.
- Oolong: es un té semi-fermentado, queda entre el verde y el negro en oxidación. Se caracteriza por un sabor algo amargo con regusto dulce.
- Té negro: es un té oxidado, de color marrón oscuro. Las hojas se cosechan y se marchitan mediante secado con aire; posteriormente se oxidan bajo condiciones controladas de temperatura y humedad. El nivel de oxidación determina la calidad del té. Se caracteriza por un aroma rosáceo y un sabor más dulce.
- Pu-erh o té rojo: es una subclase del té negro de color rojizo. El proceso de fermentación de esta variedad puede durar de 2 a 60 años en barricas de roble, lo que confiere a las hojas ese color cobrizo que luego pasa a la infusión.
Las propiedades saludables del té son bien conocidas y desde su descubrimiento ha sido utilizado con fines curativos y eficaz en la prevención de algunas enfermedades. Cada variedad presenta diferentes cualidades beneficiosas y es bueno conocerlas. El té verde, por ejemplo, ayuda a la circulación de la sangre y tiene una función de desintoxicación disipando los efectos nocivos del alcohol; el té negro estimula el sistema nervioso central al ser una fuente de cafeína, previene de enfermedades cadiorvasculares, disminuye los niveles de grasa, reduce el colesterol y actúa como diurético; el té Oolong ayuda a perder peso, actúa contra la diabetes y reduce la presión sanguínea; el té de jazmín, por último, mejora la piel y la cara y repone vitaminas.
Al final de la exposición sobre los tipos de té, el personal del Museo invita a los visitantes a tomar parte en una cata de té gratuita para asimilar mejor los conceptos.
Nosotros aceptamos encantados la invitación y nos llevaron a una sala con una mesa sobre la que estaban todos los utensilios necesarios para preparar el té. Por supuesto la cata venía precedida de una exhibición en vivo de la ceremonia del té china. Una maestra del té nos enseñó las diferentes variedades de té ya procesadas y nos dió a oler cada frasco para percibir el aroma de cada una. A continuación, nos explicó que cada té tiene una forma única de prepararse y procedió con la demostración.
El té verde se prepara con agua por debajo del punto de ebullición, de 75 a 85 ºC. Si la temperatura es mayor entonces el té se pone amargo. Generalmente este té no se sirve con leche ni azúcar. El té Oolong se cuece con agua a temperatura entre 90 y 95 ºC. Puede ir acompañado de miel o de limón. El té negro se prepara con agua a 100 ºC. Es apropiado acompañar este con leche y azúcar, como acostumbran los ingleses, aunque está demostrado que hacerlo contrarresta los efectos beneficiosos del té. Por último, también tuvimos la oportunidad de probar el té de jazmín, el cual se prepara dejando reposar la flor en agua a 75 ºC hasta que al cabo de unos minutos el bulbo se abre como por arte de magia.
La exhibición ayudaba sin duda a comprender mejor los misterios del té y por otro lado ver a la maestra del té manejar los utensilios de forma sutil y con tanta gracia, con toda clase de gestos, era todo un espectáculo de coordinación. Hoy en día existen diferentes formas rituales de preparación del té, todas ellas influenciadas por la ceremonia del té en la Antigua China, siendo quizás la ceremonia del té japonesa la que más llegó a evolucionar hasta el punto de desarrollar su propia disciplina, el Chado (茶道). Supongo que viviendo en Japón tendré algún día la oportunidad de asistir a una ceremonia del té japonesa y comparar.
Después de la exhibición y la cata pasamos por la tienda del Museo para comprar té de recuerdo. Aunque no estábamos obligados nos pareció el mejor sitio para hacerlo, ahí no nos iban a timar desde luego.
En Japón es costumbre llevar a los amigos y a los colegas del trabajo un regalo de recuerdo cuando se viaja, esta tradición se denomina Omiyage. Me pareció una buena idea comprar té para los compañeros del laboratorio ya que los japoneses son aficionados al té y seguro que apreciarían el té de Hangzhou, uno de los mejores del mundo. Así pues me llevé una bolsa con té verde de Longjing y varios bulbos de té de jazmín, que resulta muy vistoso al prepararlo. No hay ni que decir que acerté de pleno. ;-)
La visita al Museo Nacional del Té de China a las afueras de Hangzhou fue una buena jugada de improvisación por nuestra parte. Yo en particular aprendí bastante sobre el té, un elemento destacado de la cultura oriental que tanto me interesa, y desde entonces soy más aficionado a tomar té a diario, estoy a ver si logro sustituir el café. En cuanto a la excursión, sólo nos llevó algunas horas por la mañana y al mediodía ya estábamos de vuelta en el centro de Hangzhou para coger el tren hacia nuestro siguiente destino... Shanghai.
2 comentarios :
Hay que ver lo bien aprovechada que estuvo esa visita a las plantaciones de té y la cantidad de cosas que aprendieron. Toda una lección sobre el té, muy interesante.
Recuerdo que estando en Pekín también aproveché para visitar un casa de té donde me hicieron una demostración con lo menos 10 variedades y al final me regalaron un juego de té (para mi sorpresa) y les compré una bolsita del té de flores que tanto me había gustado. Fue una bonita experiencia.
Y que bien lo del regalito a tus compis de laboratorio, me imagino sus caras :) un muy buen detalle.
Un abrazo.
Wow genial entrada, a mi tambien me fascina el te :)
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